El patriarca blanco
Santiago Bernabéu es uno de los grandes personajes del fútbol mundial. Su conocimiento del devenir histórico del deporte rey supo aprovecharlo decisivamente para llevar a efecto todas las ideas innovadoras que bullían en su cabeza. Cocinero antes que fraile, conocía todos los entresijos del fútbol. La forma de ser de los jugadores, los caprichos de los técnicos, las ambiciones de los directivos y los deseos más íntimos de los aficionados. Después de jugar y golear, de sentarse en el banquillo, de trabajar en los despachos, de asistir como un aficionado a su localidad de pago, llegó a la presidencia del club de sus amores y eligió en cada momento a los hombres que mejor pudieran ayudarle a cumplir sus objetivos.
Previó antes que cualquiera la transformación del fútbol-deporte en fútbol-espectáculo y construyó un nuevo campo con esa perspectiva de futuro una decena de años antes que sus competidores. Su ventaja en este aspecto fue notable. A un gran escenario correspondía un gran cuadro de artistas y lo consiguió. Estuvo entre los creadores de la Copa de Europa y su política de desarrollo tomó aires universales. Admirado por todos, incluso por sus adversarios, adoptó con el paso de los años un papel a veces irritante pero que siempre buscaba el beneficio de su club. La FIFA honró su memoria y mandó guardar un minuto de silencio en su recuerdo en la inauguración del Mundial argentino de 1978.