Jesús Gil le abrió la puerta
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Se acabó el paripé. Luis estaba más fuera que dentro desde su último encontronazo con Jesús Gil. Nadie daba un duro por su continuidad, pero ahí seguía: con las maletas hechas y esperando. Era un conflicto mal resuelto: con apretones de mano para la galería, los problemas escondidos debajo de la mesa y el equipo con electroencefalograma plano. Todo parecía estar únicamente pendiente de un acuerdo económico. Y al final ha sido Luis quien ha provocado la penúltima crisis al anunciar su marcha en el vestuario. Él sabrá sus motivos, pero ha echado un poco más de leña al fuego por si no ardía con suficiente fuerza. Las seis últimas jornadas de Liga serán un martirio para el Atlético si Luis sigue en el banquillo hasta el 30 de junio.
Pero será difícil en estas condiciones que Luis aguante hasta final de temporada. La situación y el equipo se le han escapado de las manos. El ambiente del vestuario es desolador. Las caras de los jugadores ayer durante el entrenamiento lo decían todo. Caras de funeral. Luis deja el equipo en Primera pero con una imagen deplorable, y con el borrón imperdonable de la noche del Centenario. La alternativa es un entrenador opuesto: Gregorio Manzano, un psicólogo metido en el mundo del fútbol, un tipo sereno y reposado, que tiene a su Mallorca en la final de Copa y acaba de dar una lección en el mismísimo Bernabéu. Luis dice que se marcha, pero fue Gil quien le abrió la puerta de la calle.