Se firmaba el 1-1
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La noche caía y se escondían los cenizos que recordaban el agua que les había dado el Mallorca. Como si Del Bosque quisiera contribuir al optimismo, sorprendía con la titularidad de Morientes. Si algo había que pedir al Madrid era juego ofensivo frente al alabado catenaccio. Pero el técnico no da puntada sin hilo. Casi todos sus disgustos llegaron cuando el equipo especuló con el balón en su campo. Apostaba por el ataque. Y todo fue perfecto hasta que Morientes desaprovechó un fenomenal servicio de Ronaldo. En un minuto se pasó del 2-0 al 1-1. Demasiada carga para un equipo con escasez de liderazgo. El descanso sirvió para acrecentar las dudas, que fue pesimismo con la lesión de Ronie.
A hí se produjo algo pocas veces visto. El aficionado hubiera firmado el empate. Las únicas señales de lucidez las daba un Zidane castigado en lo físico y entero en motivación. Muchos recordaban otras eliminatorias donde bastó el 1-1 de la ida para pasar. El juego del equipo iba en consonancia con ese sentimiento de resignación de los seguidores. En esas, Roberto Carlos, extrañamente apático y desfondado en los últimos compromisos, armó su pierna izquierda y acertó. Suficiente, casi milagroso. Tocaba romper lo firmado ficticiamente y bendecir la tozuda mentalidad juventina de defender y defender aunque el contrario te ofrezca las tablas.
