Que hable el fútbol
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Superada, sólo a medias, la infame derrota ante Osasuna que ensució el buen nombre del equipo en un día tan especial. Cerrada, seguramente en falso, la crisis de confianza por la que atraviesan las relaciones entre el presidente y el entrenador, llega el momento de que sean los jugadores los que hablen en el terreno de juego. Sería injusto calificar a todos por igual, pero es harto complicado hacer diferenciaciones cuando globalmente se ha jugado un papel tan decepcionante como el demostrado en los últimos seis encuentros. Luis tendrá que poner lo mejor de si mismo para dotar de armonía y acierto al juego del once que decida. Los que salten al césped tendrán que estar a la altura de la camiseta que visten y dar una satisfacción a una afición con la que el equipo de este año ha acumulado una inconmensurable deuda moral.
Superado ya en el tiempo el legítimo orgullo que todos los rojiblancos sentimos con la celebración del Centenario, han vuelto a repetirse las pautas de casi siempre, la decepción por la actuación de unos jugadores que no se sabe a qué juegan, la constatación de las carencias que caracterizan al equipo desde el comienzo de la temporada y, por si esto fuera poco, las desequilibrantes diatribas del furibundo presidente. Más de lo mismo. Es momento de salvar los muebles en un año especial, aprender de los errores y planificar coherentemente la próxima temporada.