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Liga de Campeones | Manchester 4 - Real Madrid 3

Dios salve a Ronaldo

Hat-trick del brasileño. Fabulosa actuación de Casillas. Dos goles de Beckham. Fastuoso partido

<b>FUE UNA FIESTA</B>. Ronaldo es abrazado por McManaman y sus compañeros después de uno de sus goles.
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Que conste que si el Madrid perdió fue porque ya no le importaba, porque si le hubiera importado, si se hubiese visto obligado a marcar siete goles lo hubiera hecho, creo. Yo ya no me atrevo a dudar nada. Simplemente, le sobró tiempo. Descubrió que faltaba media hora y ya lo había conseguido todo. Y se dejó llevar. Esa sensación de descuido en los minutos finales aplacó en cierta medida la apasionante emoción que rodeó al partido, la última hazaña del Real Madrid, el mejor equipo del mundo, del actual y del que acierto a recordar.

Ronaldo, con sus tres goles, volvió a demostrar que no ha nacido un futbolista con esa capacidad para escoger los escenarios ni los momentos. No hay nadie con tanto olfato para la gloria. Aunque Casillas aprende rápido, todo hay que decirlo. Sus intervenciones volvieron a ser prodigiosas, salvadoras, aunque no bastaron para controlar el fuego amigo.

Pero hubo otro protagonista: Del Bosque. Hay bastante gente que piensa que el Madrid es un equipo sin entrenador, que los muchachos salen y juegan, en plan silvestre. Del Bosque demostró ayer que hay técnico y que es algo más que una buena persona y un magnífico bombero.

En un partido que había que pensarlo mucho, que era para atreverse, Del Bosque apostó por McManaman en lugar de Flavio, con lo que no sólo ganó en circulación de balón, sino que se jugó la carta de un futbolista en formol que sólo podía resucitar en Manchester, donde todavía le ven con la camiseta del Liverpool, el enemigo más odiado. En el primer cuarto de hora, no hubo nadie mejor que él.

Del Bosque también se atrevió con Guti, que le correspondió. Suyo fue el magnífico pase a Ronaldo que propició el primer gol, un balón profundo que fue rematado sin esperar, cuando todavía era una pulga. Barthez ni se enteró. Acabada su carrera en el fútbol, su futuro como vendedor de globos es prometedor.

Al gol le siguieron diez minutos de baile, sin arrimarse, la verdad, porque el Madrid se recreaba en mil toques, de banda a banda, pero olvidaba llegar a la portería; da la impresión de que a veces le parece una vulgaridad.

El Manchester, que se vio muerto, se descubrió de pronto vivo. Y de ese empuje que le sobreviene al que le perdonan la vida llegó el gol, obra de Van Nistelrooy, un delantero inmenso, absolutamente vertical.

El partido todavía tenía muchos cabos sueltos. Pero eso es justo lo que quiere el Madrid, desafíos. No tardó en llegar el segundo de Ronaldo, fabricado por Zidane y servido por Roberto Carlos en una jugada maravillosa. Sin embargo, sin tiempo para disfrutarlo, Helguera se metió el balón en propia puerta y casi sin tiempo para sacarlo, Ronaldo volvió a marcar de un disparo durísimo.

Sólo con la eliminatoria perdida, Ferguson se decidió a sacar a Beckham, al que había relegado al banquillo, tal vez por sus devaneos con el Madrid. Bien, pues la salida del guapo tuvo un efecto doble. Primero demostró la torpeza de Ferguson y luego sirvió para concluir que si el Madrid no se ha puesto en contacto con el jugador, ahora está obligado a hacerlo, es un gran futbolista.

Beckham marcó un gol fantástico de lanzamiento de falta y después aceptó un regalo de Hierro, que se disponía a marcar en propia puerta. Eso dio la victoria al Manchester y sirvió para exprimir sus mejores cualidades, que se resumen en mandar balones a Van Nistelrooy. Pero el triunfo era ayer un premio menor. La eliminatoria estaba decidida.

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Cuando Ronaldo fue sustituido, Old Trafford se puso en pie para aplaudirle, entregado. No es extraño que sea el futbolista más popular del mundo, porque el mundo ve sus resúmenes y lo mejor de su ser encaja perfectamente en esos espacios. Y luego le pedimos que corra.

Fue una fiesta, un poco loca, como deben ser las fiestas. Ahora espera la Juve, casi lo contrario a un festejo. Pero la Copa se ganó ayer. Lo que queda es papeleo.

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