El Barça se reivindica

Primera | Real Madrid 1 - Barcelona 1

El Barça se reivindica

El Barça se reivindica

jesús aguilera, felipe sevillano, jesús rubio, carlos martínez y chema díaz

Aguantó en el Bernabéu liderado por Luis Enrique. Ronaldo, el mejor del Madrid. Mal el árbitro

En el fondo, el Barça se jugaba muchísimo más que el Madrid. Y se corre más deprisa escapando del ridículo que persiguiendo el éxito. Sobre todo cuando el éxito es una condición habitual y hasta cierto punto aplazable. Al Madrid todavía le queda Liga y aún tiene tiempo de ganarla. Hoy seguirá siendo el líder, pase lo que pase. Por no hablar de sus opciones en Europa.

Para el Barça, sin embargo, era una cuestión de honor inaplazable. Un equipo que se sabe vulnerable no puede fiarlo todo a una Champions incierta. Es más seguro jugarse la vida a un partido, aunque sea en el Bernabéu. Por eso el Barcelona salió inyectado y el Madrid con un punto menos de emoción.

Hay que destacar que en la efervescencia del Barça tuvo mucho que ver Luis Enrique, al que le dio para ejercer de ideólogo y futbolista, buen futbolista, además. Visto desde la trinchera contraria, Luis Enrique es un tipo insoportable, que despierta los más bajos instintos, pero en el ejército aliado es un jugador imprescindible, porque añade espíritu.

Consecuencia de este reparto de papeles, unos frenéticos y otros no tanto, el Barça tuvo la primera gran ocasión, a los ocho minutos. Pero Casillas hizo uno de sus milagros cotidianos y salvó un disparo peligrosísimo de Kluivert. Más que un aviso, era el guión. El Barcelona dominaría y el Madrid se la jugaría a la contra. No obstante, pese a controlar el juego, nadie pudo evitar que el Madrid marcara primero. Todo comenzó en una jugada en la que Makelele se quitó el balón de encima y dio patada a seguir. Esa acción, por inesperada, pilló a la defensa del Barcelona en plena estampida. Aunque se dejaron atrás a Puyol, cuya posición retrasada hizo buena la de Ronaldo, que controló y remató a gol. Bonano, curioso personaje, se giró en el último momento no fuera a ser que le hicieran daño.

Pasó un mal rato el Barcelona. Ese momento en el que los equipos no entienden nada, se sienten víctimas de la injusticia, y se debaten entre rendirse o plantar cara. Pero Luis Enrique decidió que plantarían cara. Hasta el punto que el Barcelona consiguió restablecer la situación anterior al gol.

Así llegó el empate. Fue tras un un cabezazo de Kluivert, que rechazó como pudo Casillas. El balón quedó muerto en el área y Luis Enrique no perdonó. Ese gol desató los nervios de todos cuantos estaban en el campo, menos del árbitro, que se escondió detrás del pito o silbato.

Acto seguido, Zidane apartó con el brazo a Puyol, que le mordía el cuello. La caída de Puyol, de mérito, hizo que Luis Enrique gritara ¡¡pelea!! y que por allí aparecieran todos. En el barullo, Makelele tiró del pelo a Motta, gesto poco aguerrido en plena batalla, pero que servía para zanjar una cuenta abierta (abierta en la pierna de Makelele), en el partido de ida. No hubo tarjetas.

En esos momentos, el partido era del Barça, aunque visto con perspectiva las mejores ocasiones, concentradas en los últimos minutos, fueron del Madrid: Ronaldo, que jugó un partido muy serio, cabeceó al larguero; después Figo se tropezó con Bonano y también lo hizo Zidane en el tiempo añadido. Pero otra cosa que el empate hubiera sido mentira. Además, el árbitro, que ya no quería pitar nada y por eso acertó en algunas ocasiones, se comió un claro penalti de Hierro a Luis Enrique, cometido por llegar tarde, varias horas.

Algo me dice que si el Madrid hubiera vapuleado ayer al Barcelona, sus opciones de pasar contra el Manchester se hubieran reducido, hasta el punto de convertir ese partido en algo dramático. Pero esto no sé explicarlo muy bien. Tal vez creo que el Madrid necesitaba un par de tortazos para agitarse. También es posible que todo el orgullo que siente el Barça le perjudique contra la Juve, aunque esto es igual de ilógico. Tanto como este tipo de partidos, en los que siempre gana quien no lo parece. Y el Barça no lo parecía.