La Liga ya se rinde al Madrid

Primera | Real Madrid 2 - Deportivo 0

La Liga ya se rinde al Madrid

La Liga ya se rinde al Madrid

J. aguilera, f. sevillano, c. martínez, ch. díaz y a. garcía

El líder toma ventaja tras noquear a un Depor poco ambicioso. Al Madrid le bastó con tocar y esperar

Si la Liga fuera mujer, que podría serlo, estaría en ese momento maravilloso (por escaso) en el que nos mira a los ojos y le deja de importar lo que decimos. En ese punto comienza una rendición sin bandera, pero irremisible, porque el seductor, en este caso el Madrid, ya no necesita desplegar argumentos, aunque los tenga, y le basta con estar presente, con batir las pestañas, para lograr aquello que se propone. Con esa misma sensación de dominio, el Real Madrid ha terminado por ganar los partidos que juega y los que no, porque no sólo se le rinden los rivales que tiene enfrente sino también los que corren detrás. Ya no es sólo su fútbol, es su presencia.

Por eso después de haber arañado puntos en Mestalla y en Anoeta, el Madrid venció en el Bernabéu, sin demasiados problemas, porque este rival, el Depor, también estaba medio rendido. Parte de culpa la tuvo Irureta, de natural conservador, que se dejó en el banquillo a Valerón y Víctor. Cuando ellos salieron a su equipo se le movieron los pies, y eso que ya estaba muerto. Pero parte de culpa la tuvo también el propio Depor, que, a diferencia de lo que le sucede en Europa, no ha sabido conquistar en España los terrenos del miedo. Para ganar en el Bernabéu no es suficiente ser el rey de la regularidad, hay que ser el rey. O creérselo.

No quiero decir que el Deportivo se entregara antes de empezar, porque no lo hizo. Es más, dominó el partido en la primera parte, asunto para el que le bastaron Fran y Mauro. Pero cuando movía la pelota (y al Madrid), cuando tuvo el partido en sus manos, no supo qué hacer con él. Y lo que es aún más grave: un grande que se jugaba la Liga, porque se la jugaba, no fue capaz de desmelenarse. Y en esta vida si no te despeinas te quedas en maniquí de El Corte Inglés, guapete, pero de plástico y la mitad del tiempo en pelotas.

Y en el capítulo de los maniquís, hay que referirse a Diego Tristán (ayer, otra vez, tristón), un personaje que dosifica de forma exasperante su enorme talento. Y cuando Tristán se empeña en hacerlo mal consigue parecer hasta malo, lo cual es un mérito en su caso. Ayer no aportó nada y cuando la tocó, o la pegó con el meñique o la sobó en centro del campo, un par de cañitos, si acaso. Sería terrible que Tristán se conformara con lo que tiene, porque podría conseguir muchísimo más. Y me temo lo peor.

Es cierto que Makaay no estuvo mucho mejor, pero su territorio es más limitado y muy pocos fueron los balones se acercaron a su trinchera. También fue víctima de la defensa del Madrid, que está en proceso de expansión, como el universo, tantas batallas que te acostumbras a bailar con orcos.

Y además me da la impresión de que Helguera empieza a darse cuenta de las ventajas que tiene jugar de central: corres menos y a poco que tengas calidad, y él tiene mucha, sales de la cueva en plan imperial y pareces Beckenbauer. Conste que no quiero meterme con el gremio. De hecho, Pavón lo dignifica a base de hacer lo preciso sin dar una patada, ni a los rivales ni al aire, como Andrade. Su caso es el de alguien a quien le enseñaran a conducir pilotando un Fórmula 1, algo semejante a lo que le ocurrió a Casillas, que todavía no ha cubierto su aprendizaje y por eso cada día nos parece mejor, si cabe.

El caso de Michel Salgado también resultó notable, con brega atrás y arrancadas por delante, la actitud con la que se hizo famoso en el Celta. En una de esas estuvo a punto de marcar, al igual que le pasó a Helguera, al que le anularon un gol de cabeza por fuera de juego de Raúl.

Pero el hombre del partido no fue otro que Zidane, pues él se encargó de abrir los caminos cuando no se veían más que árboles, así son las piernas de Mauro. No es que Zidane tomara las riendas de forma exagerada, ni siquiera se echó el partido a la espalda tal y como dicta el tópico, pues sus intervenciones no eran del todo constantes, todavía está floreciendo, regresando del sueño invernal. Sin embargo, en cada una de sus intervenciones, además de elegancia, había peligro. Todo estaba enredado, pero cuando la cogía Zidane sucedían cosas, siempre buenas.

Su gol, también exquisito dentro de la formalidad, fue una demostración. Ronaldo le había robado la cartera a Héctor, que es buen interior y justito lateral. El robo fue en el segundo palo, donde suele haber palos y no hurtos. Esto sucedió justo cuando finalizaba la primera parte, cuando más duele, porque el Depor ganaba el partido a los puntos, pese a no tirar a puerta.

Y nunca sabremos si el Depor hubiera tenido carácter para sobreponerse, porque nada más empezar el segundo tiempo Zidane la volvió a atrapar en la frontal del área y la coló con el exterior del pie por la rendija donde se cuelan los diablos. Y se colaron. Al igual que en la Intercontinental, Raúl la dejó pasar, Ronaldo controló y marcó cruzado. Ese toque con el exterior es algo que sabe hacer mucha gente, como adorno, pero casi nadie sabe convertir en algo útil. Él sí sabe.

No tardó mucho tiempo en que entraran Valerón y Víctor y no necesitamos mucho para confirmar que el Deportivo había jugado con un brazo atado al cuerpo. Valerón supo colarse entre líneas y empujar a su equipo hacia Casillas, algo que no había hecho con firmeza hasta entonces. Víctor, por su parte, es mejor que Scaloni aún vestido de buzo. Por cierto, Scaloni, en su acción más notable, se cargó a Zidane con una entrada a destiempo que obligó a la sustitución del astro francés, dolorido en el muslo derecho.

Pero ya era tarde para plantear otro partido. Tampoco lo hubiera aceptado el Madrid, que a esas alturas ya juega por oleadas, deliciosamente caótico. Fueron también los minutos de Raúl y Figo, que a falta de acierto contribuyeron con trabajo y motivación, adictos al balón que huye.

También estaba por allí Guti, haciendo sus cosas, dejando en evidencia a Flavio, porque Makelele no es culpable de aportar sólo trabajo, se suponía que ese era su cometido, no le pidamos ahora imaginación. Pero Flavio sólo corre y hay momentos en los que el equipo, como ocurrió en la primera mitad, necesita algo más, alguien capaz de un quiebro, de levantar la cabeza y proponer algo. Y eso sólo llegó cuando Zidane se pasó por allí o cuando lo hizo Guti.

Admito, en cualquier caso, que buscarle defectos al Madrid es como buscárselos a Leonor Watling, que es hasta posible que también los tenga. Suena a broma cuando el Madrid empieza a poner tierra de por medio, impulsado a partes iguales por su propio talento y por el derrumbe de los demás.

Lo que sucedió ayer en la Liga, en la parte alta, suena a definitivo, aunque todavía queden once partidos, lo que algunos considerarán un mundo, o un pañuelo, según. También es verdad que la Champions dejará secuelas entre aquellos que superen el próximo desafío y no es menos cierto que faltan enfrentamientos directos de los que saldrán descartados los perdedores, así considero al Depor.

Pero debe cambiar mucho el mundo para que el Madrid no gane esta Liga que le mira a los ojos y a la que le ha dejado de importar si el juego es colectivo dentro la genialidad o genial dentro del caos. Así de seductora puede ser una presencia. Dicen.

EL DETALLE

Lendoiro no les dio suerte

En contra de lo que es habitual, Lendoiro viajó a Madrid y se sentó en el palco, igual que en la final de Copa del Rey. Pero esta vez no dio suerte a los suyos.

Perfecto: Zidane

Sus acciones, siempre incisivas, fueron las que abrieron la lata. Cuando nadie veía nada, él lo veía todo.

Fenomenal: Helguera

Últimamente está impecable, perfecto, seguro, serio. Incluso le anularon un gol por fuera de juego de Raúl.

Muy bien: Valerón

Cuando él entró al campo, el Deportivo vivió sus mejores minutos, los más verticales. Pero no le bastó.

Bien: Casillas

Siendo muy bueno, cada día es mejor. Tiene la virtud de los grandes porteros: su presencia anula el peligro.

Regular: Flavio

Es lo de siempre. Sólo contribuye con trabajo. Cuando hay que circular la pelota no se puede contar con él.

Mediocre: Makaay

No fue el artillero que siembra el terror en la Liga. No le llegaron muchas, pero falló las que tuvo.

Mal: Scaloni

No aportó nada por la banda derecha. Su única huella en el partido la dejó en la pierna derecha de Zidane.

Muy mal: Tristán

Cuando intervino lo hizo muy lejos del área, donde carece de peligro. No se le vio ni un punto de genialidad.