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Otra vez llegó tarde

Actualizado a

Decía Santo Tomás, máxima autoridad de la época en la materia, que la fe tiene que ver con las cosas que no se ven y la esperanza con las que no están al alcance de la mano. Apúntenme, pues, a la lista de creyentes, a la de esperanzados e, incluso, a la de optimistas. En la de creyentes hay que estar porque la salvación del Rayo no se ve y, en cambio, hay que creer en ella. Pasó otras veces. De la de esperanzados no hay que desapuntarse hasta que no lo desaconseje la aritmética y aún no lo hace. Y del optimismo no se debe abdicar tras ver cómo el equipo franjirrojo sobrevivió a una primera parte atroz.

El Atlético fue durante medio partido buen vecino de un Rayo bajo mínimos, que a ratos juega como si le quedara un tiempo que ya no le queda, sin bravura, sin el estado de necesidad que iguala a los menos buenos con los mejores. No se sabe cuántas vidas gastó para llegar ileso al intermedio. Y no es cuestión de casting, porque no hay ninguno mejor en la plantilla que los once con los que se embarcó Benítez, aunque la ciencia que tuvo Onopko ya no da para sujetar a un delantero soberbio como Torres. A los dos Rayos que ayer se vieron les separó la actitud. El primero se dejo pegar y el segundo, remolcado por sus veteranos (Quevedo, Míchel...), Segura e Iriney, brasileño de la divisa Mauro Silva, intercambió golpes y, arriesgándose al KO, estuvo al borde del triunfo. Lo logrará cuando llegue pronto a los partidos.