Se buscan Camachos

Se buscan Camachos

En un mundo en el que la mayor parte de los futbolistas lo más que harían por jugar un gran partido es cortarse las puntas o uñas de los pies, de repente surge Rubén y dice, en plan yakuza, que él estaría dispuesto a cortarse el dedo, el dedo roto, tampoco es cuestión de pasarse. Se trata de una exageración deliciosa. Y necesaria. Porque, como sucedía en Johnny Guitar, necesitamos que de vez en cuando nos mientan y nos digan que nos quieren. Porque entre tanto glamour y estilismo se echan en falta gritos de guerra, un poco de pasión que corresponda a la que sale de las gradas. Rubén ha roto el discurso monocorde que se oye cuando aprietas el pecho de los muñecos de plástico.

Rubén no pide una oportunidad, la grita. Tal vez intuye que una venda te puede convertir en leyenda, no te digo ya si se empapa en sangre. Así se recuerda a Camacho, y a Pirri, y a Benito. Es cierto que a Rubén se le ha visto poco, que le critican ser un caballo desbocado. Pero él hasta eso lo reconoce. Y, qué quieren, se agradece, porque a este cuerpo galáctico no le viene mal la sangre. También lo agradecerá el Bernabéu, porque ese auditorio echa de menos un tambor entre los violines (Raúl aparte). Rubén ha cumplido su parte. Ha ido a pedir trabajo y en lugar de decir que habla inglés ha dicho que daría un dedo. Yo le sacaría, por si acaso.