Su mejor parada
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Alguien como él, dispuesto a echar un pulso a lo imposible, en desafiar a cada instante tantas dosis de anodina cotidaneidad, tiene que salir airoso del más difícil trance. Las primeras noticias que nos llegan tras ser intervenido quirúrgicamente de un tumor en el riñón son positivas. No podía ser de otra manera tratándose de alguien que entiende la vida como un eterno espectáculo, como una función en la que el telón nunca se cae. Nos quedamos sobrecogidos al enterarnos del tumor que padecía, porque el Mono, mago como es, ha sabido robarnos el afecto, sin que nos demos cuenta. Ni en el fantástico laboratorio del doctor Mobuse hubiera podido crearse un prototipo humano tan afín a la idiosincrasia atlética como él. Como el equipo, este incansable personaje es absolutamente imprevisible.
Me viene a la cabeza la inaudita torpeza que nos demostró al regalar el empate en el partido ante el Sevilla y, al mismo tiempo, la inusual destreza que atesoró en ese mismo encuentro al desbaratar goles anunciados ya por todas las gargantas rivales. Él es así y lo peor es que no tiene remedio. Debió nacer para desafiar a la lógica y desbaratar todos los convencionalismos imaginables. Estrafalario, atípico, demuestra agilidad y reflejos casi impropios para su edad. Está reñido con la tranquilizante seguridad que otros inspiran. Él prefiere el coqueteo permanente con la emoción que le gusta transmitir. En otros lugares, mucho más previsibles que el nuestro, no tendría cabida. En el Atlético, sí, por eso sé que nunca se había sentido tan idenficado.