Vivitos y coleando

Liga de Campeones | Real Madrid 2 - Borussia 1

Vivitos y coleando

Vivitos y coleando

jesús aguilera, a. aparicio, macario muñoz, felipe sevillano y chema díaz

Trabajadísimo triunfo. Raúl se inventó un gol l Ronaldo hizo el segundo. Y Figo todo lo demás

Escribo con taquicardia, preso de la emoción, así que si fenezco en el intento espero que disculpen los blancos. Los blancos. Tampoco sería injusto llenarlo todo de blanco. Sudado, eso sí, chorreante, incluso. Porque lo de ayer noche, más que un partido, fue un parto: trabajadísimo, complicadísimo, angustioso, vital, como si diéramos a luz a Koller, enterito, con botas. Es bonito ser madre, pero te quedas valdado.

Vayamos por partes. El Real Madrid jugó como un superviviente, consciente de que tenía la soga al cuello, la guillotina encima y a Bush debajo. Y en estos tiempos en los que no sabemos si estamos en Boston o en California, ubicarse ya es un mérito. En ese trance casi místico que le sobreviene en Europa, el Madrid ganó a un equipo magnífico, completísimo, muy rápido, lleno de recursos. Lo peor que se puede decir del Borussia, y no es malo, es que aún se está descubriendo y eso, en ocasiones, le hace desconfiar de sí mismo, titubear.

Nada más empezar, se vio que el partido sería terrorífico. Tanto como lo puede ser el fútbol cuando hay mucho en juego, todo, cuando el rival es un asesino. Un asesino en moto. El brasileño Ewerthon, por ejemplo, es más rápido que Roberto Carlos y, de hecho, terminó por agotarle. Koller, además de gigante, es un buen futbolista con zancos. Y Rosicky es Aimar, tenían razón.

Las primeras ocasiones fueron suyas. Todo era suyo, creo. Presionaban como condenados. Eran once, pero parecían unos 5.300. Equilibrar el partido era como doblar una barra de acero. Y en estas situaciones dramáticas, heroicas, casi artúricas, Raúl es el caballero con soplete.

Tras media docena de sustos de esos de que te ingresen, el Madrid se fugó de la cárcel en el minuto 18: Raúl, que es experto en reciclajes, se inventó un remate al recoger un mal tiro de Ronaldo. Hacía falta tener mucha inventiva. Sin embargo, algo no funcionaba: Flavio entraba más en juego que Zidane, que parecía incómodo. Y además el Madrid acusaba una extraña situación táctica: el Conde Lucanor puso a Raúl de nueve y a Ronaldo por detrás. Era un intento de sacar a los centrales de la cueva, pero ni eso se consiguió ni Ronaldo está para pasear fuera del parque.

Pero justo cuando el Madrid empezó a soltar tantos puños como encajaba, Koller aprovechó un balón suelto en la frontal y la enchufó, maldito. Pavón tardó medio segundo en reaccionar. Suficiente en estas agonías.

O proeza o la calle. Y tocó proeza. Ataques con el corazón, con Figo espléndido, totalmente apasionado, en plan no sé si perderemos pero yo aquí me muero, muy General Custer. Uno de sus arrebatos se estrelló en el larguero. Y cuando la primera parte se escurría, surgió ese balón que parece una pulga y que Raúl atrae cayéndose, con Metzelder en la chepa, esa pelota que Raúl remata Dios sabe cómo y que se cuela entre las piernas del central y del portero, casi de broma. Raúl es un regalo, el mejor futbolista del mundo, el más decisivo.

Empatar en ese minuto era casi tan importante como ganar, era ganárselo. Todos lo supieron, incluido el Borussia, que dejó de creer en las hadas. Esto es el Madrid, debieron pensar, esto el Bernabéu. Y Zidane les despejó cualquier duda cuando se deslizó por la derecha y le metió un pase a Ronaldo que era un tarta de chocolate. Fue gol, pese al remate picudo, y fue también un salvoconducto. El Madrid sigue vivo, coleando, eterno hasta que no demuestre lo contrario, fabuloso, como hay que sentirse antes de meterse en el infierno, porque si esto fue un parto en Dortmund será como hacerle un nudo en la lengua a un dragón, poco más o menos.