Sólo importa el Atlético
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No es el momento de hacer leña sobre el árbol caído, ni de ensañarse con los condenados. Más bien al contrario, es la ocasión para que los atléticos cerremos filas en torno a unos colores, una identidad y un club centenario que siempre van a estar muy por encima de quienes puedan dirigirlo y que, por supuesto, nunca va a desaparecer. Jesús Gil podrá denunciar oscuras razones políticas en la persecución judicial que asegura sufrir, pero esa es su guerra, no la de los aficionados que vimos en su día como la inestabilidad deportiva que creó una gestión cuestionada en los tribunales llevó al equipo al deshonroso descenso a Segunda. Pasadas ya varias horas de la sentencia, aun no tenemos claro en manos de quien va a quedar el control del club. Además habrá que esperar al recurso que los condenados van a presentar al Supremo y hasta que se pronuncie el alto tribunal, por lo menos dos años, todo va a seguir igual.
En cualquier caso el varapalo judicial sufrido por la cúpula del Atlético debe representar un antes y un después. Se imponen la transparencia y las cuentas claras . Es hora de apostar por un futuro despejado de expedientes y citaciones. Es momento de deplorar concepciones patrimonialistas de un club que debe entenderse como propiedad, únicamente de su masa social. Es la oportunidad de corregir los posibles errores para que nunca más se vuelvan a repetir. Nuevas exigencias para nuevos y renovados tiempos.