Yo digo J. J. Santos

Lenta, pero justicia al fin

J.J.Santos
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No hay que ser abogado para interpretar que un juez ha llegado a la conclusión de que Gil ha cometido dos delitos: apropiación indebida y estafa. Desde hace más de una década, son muchos los atléticos de pro que defendían que Gil se quedó el Atlético por la cara. Ahora, pasado el tiempo, un juez les da la razón. Se lo quedó por la cara y ha de restituir al club el noventa y cinco por ciento de las acciones conseguidas fraudulentamente. Insisto, para eso no hay que entrar en interpretaciones de la sentencia, ni en especulaciones de futuro de qué pasará con esas acciones o quién asume ahora el gobierno del club. Salvo que el Supremo diga lo contrario, queda probado mediante esta sentencia que Gil ha delinquido y que ha de pagar por ello con dinero y con pena de cárcel.

Inmediatamente surge la pregunta: ¿la sentencia beneficia al Atlético como entidad, a sus socios y abonados? Rotundamente sí. Nunca creí en Gil como el salvador de la patria atlética. Jamás se me pasó por la cabeza que la entidad habría desaparecido sin su aportación. Eso es una bacalada que no cuela, y menos después de lo que el juez ha deducido tras un largo juicio. Si el club soportó un destierro en Segunda, un rosario de tropelías desde hace tres lustros y una inestabilidad permanente en los dos últimos años, también sobrevivirá ahora.

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