Yo digo Vicente Carreño

Es un genial cantante

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Fue el Mono en su máximo esplendor. Genial y desesperante, héroe y villano, un minuto en el cielo y otro en el infierno, para sacarlo a hombros o para lanzarlo de cabeza al Manzanares. Genuino, único e irrepetible. Típico portero argentino con personalidad propia, con melena tipo enmarañada tipo Tamariz, y una gorrilla roja que no se debe quitar nunca, y su afición al rock y a los Rolling. Ayer el Atlético empató por él. Lo hizo todo, lo bueno y lo malo. Paró lo imposible antes y después de la monada de rigor. Se impuso siempre en el mano a mano a cualquier sevillista que se plantase solo con el balón controlado en el área. Y fueron muchos porque la zaga del Atlético tiene más agujeros que el queso gruyere.

Así que ayer el Mono parecía tocado por los ángeles hasta que en el minuto 10 del segundo tiempo se acostó como desganado para recoger un balón facilito —como "demasiado sencillo para un porterazo como yo"— y la pelota se le pasó por debajo del cuerpo y, entre manoteos del Mono, acabó por originar el empate (aunque yo tengo mis dudas y creo que no entró). Pero vale, Carmona dijo gol, y gol. Al Mono se le cruzaron los cables unos segunditos y le regaló el empate al Sevilla. El Mono es así, y así hay que aceptarlo o mandarlo al graderío. El Mono ya se sabe que es genial y cantarín. Pero al fin y al cabo todos los porteros cantan alguna vez y para eso yo prefiero tener en la portería a un cantante genial.

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