Partido de arte

Primera | Real Madrid - Betis

Partido de arte

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a. aparicio

El Madrid galáctico recibe a un Betis que confía ciegamente en Assunçao, aunque tiene otras balas: Joaquín, Denilson...

Al Madrid, así en abstracto (directiva, afición, espíritu) le gustan muchas cosas del Betis. Siempre gustó, por ejemplo, Víctor Fernández, un entrenador ofensivo, educado, bien vestido y verbo fácil. Desde hace menos tiempo gusta Joaquín, tipo simpático y madridista confeso, desbordante en todos los sentidos. Y desde hace menos tiempo aún gusta Capi, un futbolista de raza casi camachiana. Piensa el Madrid (sigo en abstracto) que a todos ellos les sentaría bien el banquillo o la camiseta, según, y existe una extraña confianza en que los caminos y los deseos terminarán por encontrarse.

Y precisamente, lo que más puede molestar al beticismo abstracto (incluso al concreto) son los arrebatos imperialistas, aunque sean intuidos. De hecho, en la conciencia del bético queda que Gordillo jamás fue vendido al Madrid, sólo cedido, imposible entregar el alma. Pero ese día se acabaron los préstamos. El Betis, como sucede con otros equipos (cada vez más), cuando juega contra el Madrid celebra el día de la bandera. De la suya.

El miedo

Por lo que se refiere al partido de esta noche, decir que se ha concentrado todo el morbo en los disparos de Assunçao. Y el Madrid, con tanto halago, ha fomentado el asunto. Como ocurra (que ocurrirá) que Assunçao tenga que lanzar una falta al borde del área puede surgir un tembleque estremecedor. Y si la mete, ni les cuento. Lo curioso es que el brasileño aniquilador ha marcado, palos aparte, sólo tres goles de falta. Aunque parecen 33, por el terror que inspira.

Pero el Betis tiene más cosas, buenas, se entiende. Además de Joaquín y Capi está Denilson, un futbolista capaz de todo, incluso de pasar la pelota a tiempo, o Prats, un buen guardameta, nunca valorado del todo. En defensa, Varela y Filipescu son gente de cumplir y algo más, pero cabe la duda del rendimiento de algunos de sus compañeros ante la estampida que se les avecina.

Porque el Madrid está mejor de lo que parece. Sin contar Mallorca y aquel híbrido fallido, el equipo lo hizo bien contra el Atlético, contra el Athletic y frente al Espanyol. Y no ganó. Raúl jugó mal estos partidos, rareza casi de coleccionista, y Zidane se perdió en los dos últimos. Pero toda extravagancia tiende a la normalidad (Barça aparte). Y lo normal esta noche es un partido delicioso.