El defecto de Torres
Noticias relacionadas
Sigo con enorme interés y satisfacción añadida las evoluciones de Fernando Torres. Me entusiasma su pundonor, la capacidad de sacrificio que atesora y la asombrosa facilidad que tiene para imaginar jugadas letales que suelen cristalizar en el siempre anhelado gol. Digo suelen porque esa portentosa facultad para inventar el fútbol en un instante y en estrechísimo espacio de terreno es directamente proporcional con la proclividad que demuestra a fallar lo inverosímil, cuando todas las gargantas ultiman la algarabía del gol.
No creo que sea nada reprochable, todos fallamos y en exceso cuando no deberíamos hacerlo. Con el tiempo madurará y las probabilidades de errar de cara a la puerta se reducirán. Hay algo que me exaspera mucho más de él. Se trata de esa absurda costumbre que tiene de tirarse a la más mínima oportunidad. Un jugador de su clase no puede recurrir a subterfugios que no contribuyen sino a deteriorar su imagen. Ese es el pobre recurso de los marrulleros y los falsos deportistas, de los jugadores de segunda clase que tienen que suplir sus carencias con el engaño para rentabilizar su contribución al equipo. Un deportista ejemplar, que puede marcar una época, como puede ser Fernando Torres debe siempre demostrarlo.