El Madrid da ventaja

Primera | Real Madrid 1 - Mallorca 1

El Madrid da ventaja

El Madrid da ventaja

jesús aguilera, macario muñoz, a. aparicio, chema díaz y jesús rubio

Sólo Portillo se emocionó. El Mallorca empató por inercia. Figo y Raúl salieron cuando ya era tarde.

Si este partido lo ve Piterman baja y nos pone firmes. Él lo tiene claro. Es como aquel protagonista del chiste que contrató a un fornido negro para que le abanicara mientras hacía el amor. Al ver que su mujer no disfrutaba le arrebató furioso el abanico, le ordenó que ocupara su puesto y comenzó a abanicar él, con cierto garbo. Décimas de segundo después su esposa agradeció el cambio y empezó a desatarse. Entonces él farfulló: "No saben ni abanicar".

Se preguntarán qué tiene que ver esto con el partido, pero es que si no lo cuento reviento. Además, Piterman lo inunda todo, es un síndrome. Es hacer algo mal y pensar: como venga Piterman... Uno ve jugadores del Palamós por todas partes.

Por ejemplo, en la primera parte. Si el fútbol se pudieran catalogar con nombres de jugadores se podría decir que la primera mitad fue del tipo McManaman (o flácido). No digo con esto que el inglés fuera el mejor del encuentro (que no), ni siquiera que fuera el peor (que tampoco); simplemente intento describir el tono distendido, el espíritu levemente pachanguero, pugna sin palos. Pruebas: pasada media hora, Mallorca y Real Madrid habían hecho una falta por barba. Vamos, que parecían dos novios (el primer mes).

Y que esta modorra le ataque al Madrid, estando mal, es hasta cierto punto comprensible: ya ganaba 1-0 en el minuto 13 y Portillo, vitaminado y supermineralizado, parecía bastarse para acabar con el Mallorca. Más que por el cabezazo que valió el primer gol, Portillo se adueñó del partido por su entrega, por su ofrecerse, por su fútbol de vamos-vamos, plas-plas. Su forma de correr, su hambre, recuerda a Raúl y eso, ya es algo.

Sin embargo, en el caso del Mallorca la falta de tensión resultaba injustificable. Es cierto que durante diez minutos presionaron de forma obsesiva. Y lo hicieron casi en el área del Madrid, que tuvo muchísimos problemas para salir del enredo, como siempre en estos casos. Pero consumido este tiempo, el Mallorca dejó de incordiar.

Los equipos muy de entrenador tienen estas cosas, en ciertos momentos se robotizan: les dices que hay que presionar a muerte los primeros diez minutos y cumplen, pero no saben que hacer el resto del tiempo, se abotargan de información poco útil (que si el rival es así o asá) y terminan por perder cualquier chispa de espontaneidad.

Pese a todo, Pandiani pudo empatar con un tiro que se fue alto y Miñambres estuvo a punto de marcar en propia puerta. Incluso el árbitro anuló un gol de Etoo por cabezazo en supuesto fuera de juego. Fue muy justito. Habría que verlo cien veces y no estaríamos de acuerdo.

Tras el descanso Manzano debió estar elocuente y el Mallorca cambió. Le bastó un punto de agresividad para ir encerrando al Madrid, para ir creando ocasiones, inocentes al principio, picaronas al final. Hasta que Nadal, que distingue los caballos de los caballeros, la paró con el pecho y empató el partido. Fuera bromas. El Madrid entendió que el divertimento se acababa y Del Bosque metió en el campo a Figo y Raúl.

Es probable que se pregunten a estas alturas qué hacía Ronaldo. Pues hacía cositas, un taconcito, un gesto, un disparo que sacó Leo Franco, un tiro durísimo que rozó el poste. No mucho. Sigo pensando que le faltan partidos y por eso no se entiende que se le hayan ahorrado los de Copa. Visto que no se rompe hay que hartarle de fútbol.

En fin, habíamos dejado el partido emocionante (ligeramente), pues Raúl y Figo comandaban las operaciones, un poco contrarreloj, eso sí. El portugués ha alcanzado un punto de madurez que le hace mejor futbolista, más determinante, que le permite contrarrestar la pérdida de velocidad buscando otros caminos, más amagues.

Sin embargo, el encuentro estaba ya muy loco, era casi imposible ponerle las riendas. El Mallorca tuvo dos oportunidades clarísimas (Riera y Pandiani) y Raúl contestó con una jugada en la que Leo Franco tapó todos los huecos.

Y también hubo polémica. Cuando el partido se consumía, el árbitro zanjó con fuera de juego (inexistente) un pase a Ronaldo que concluyó en penalti. Pero en partidos como el de ayer no hay excusas. Nadie supo ganar, nadie lo mereció, los pitos lo delataron. Ni el Mallorca puede jactarse del empate ni el Madrid lamentar las ocasiones perdidas. Teniendo la Copa entregada e insinuante, nadie hizo otra cosa que abanicarse.