Yo digo J. J. Santos

Baile de pardillos

J.J.Santos
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No puede ser que los nervios traicionen tanto. Hubo jugadas decisivas imperdonables, que no comete un juvenil. Entre el caderazo de Roberto Carlos, el atropello de Helguera y la candidez de García Calvo, había que frotarse los ojos para comprobar que eso lo estaban haciendo profesionales curtidos. Habría que investigar quiénes fueron los que soltaron la arenga previa en el vestuario de uno y otro equipo, quiénes subieron artificialmente la adrenalina en el túnel de vestuarios. Está bien afrontar el derby con tensión pero, si uno se pasa de dosis, acaba siendo un pardillo en manos del azar. Un pardillo o un jugador desquiciado y torpe.

Luis me dijo un día que a los jugadores con pocas luces los llamaba "de labio caído". Visto lo visto, seguro que se mordió la lengua para no decírselo a más de uno. El fútbol es un juego de vivos y cuando te regalan el partido en quince minutos, hay que saber machacar. Pero, insisto, era una noche para pardillos, una noche para frotarse los ojos. Faltaba el estrambote final, con otra entrada a destiempo de Aguilera y el borrón de Figo a una noche que fue suya, marrando un penalti y tirando al blanco, esto es, a la cara del Mono. La viveza de un italiano acostumbrado a jugar con sangre caliente cabeza fría puso las tablas.

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