Escalada invernal

Escalada invernal

Cuando lea estas líneas, nos encontraremos camino del Karakorum. ¿Otra vez? se preguntan mi madre, con esa angustia en los ojos difícil de afrontar cuando te mira quien te quiere, y también otros muchos que conocen nuestra trayectoria profesional. No podemos negar la enorme atracción que ejerce sobre nosotros ese lugar mágico, quizá el más bello para quienes amamos las montañas. El Karakorum es uno de esos escasos espacios naturales de nuestro planeta donde las posibilidades de aventura siguen siendo inagotables. Picos vírgenes por escalar, cientos de montañas de más de siete mil metros, cuatro de más de ocho mil, glaciares casi inexplorados o valles ignotos, aguardan aún a quienes quieran adentrarse en ese lugar privilegiado.

Esas son las razones que explicarían por sí solas nuestra elección. Pero, además, en descargo de nuestra pertinaz reincidencia, me apresuro a afirmar que se trata de una primera vez en muchos y substanciales aspectos. El más importante de ellos es que esta vez vamos al Karakorum en lo más crudo del invierno para intentar alcanzar la cumbre de un ochomil, el Broad Peak, algo que nunca se ha conseguido anteriormente. Y es que una escalada invernal a un ochomil tiene unas características por completo diferentes a las que rodean a una expedición realizada en la temporada más habitual, la que tiene lugar en verano. Y si se habla del Karakorum estas características explican el por qué ninguno de sus cuatro ochomiles ha sido ascendido e, incluso, la escasez de estos intentos invernales. Sabemos que todo va a ser muy diferente. Desde la estrategia para abordar la marcha de aproximación o la escalada, hasta el equipamiento de los porteadores, las horas de luz y en definitiva las condiciones de la montaña. Tanto que bien puede hablarse de montañas diferentes, expediciones diferentes. Es decir, más duras, más difíciles, más rigurosas y al límite de nuestras posibilidades.

Aunque por nuestros lares la escalada invernal de los ochomiles pueda parecer una rareza, han sido los alpinistas del este de Europa, y muy particularmente los polacos, los que han explorado los caminos de esta actividad que se mueve en los extremos de un himalayismo al que se le han sumado los rigores de las expediciones polares. Y todo este tremendo esfuerzo, se preguntaran algunos, ¿para qué? Quizás otros no necesiten preguntárselo, porque ya intuyen que explorar los aspectos más desconocidos de nosotros mismos, más que una opción es una obligación. Buscar nuestros límites siempre nos reportará beneficios, morales y materiales. Está bien que sepa que la mochila que usted, simple excursionista, lleva de vacaciones, las botas o, incluso, el ordenador personal, han sido probados en condiciones mucho más exigentes de las normales. Pero, sobre todo, conocer nuestros límites, explorar esa zona oscura de nuestra personalidad, nos hará más humildes y, deseo de corazón, nos hará mejores personas.