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Contra el fútbol caníbal

Mereció Aimar —un jugador que no tiene fama de duro— ser expulsado? ¿Teatralizó un poco Míchel Salgado, cuando pudo estar por segunda vez en menos de 15 días al borde de una lesión? No interesan las polémicas secundarias, sino —si me permiten— la principal. El fútbol es un deporte fuerte, pero lleno de belleza si se juega bien, y así cuando entra en la lid los duros (y por tanto entran zancadillas, riesgo de lesiones, golpes vengativos, y la maldita ley del Talión, si me das —o parece que me das— te doy) entonces el fútbol se vuelve un deporte caníbal, lo peor que le puede ocurrir al espectáculo y a su leyenda; todo lo viril y fuerte que se quiera, siempre y cuando (a estas alturas) no se confunda virilidad con bestialidad.

Mi opinión, por tanto (pues estoy totalmente en contra del fútbol caníbal) es que los futbolistas duros o vengadores o piratas deben ser tratados, por el árbitro —y en su caso por el Comité — con la mayor dureza. Aimar no es duro y es muy buen jugador, mejor entonces atajar el mal de raíz. Navarro y sobre todo Alfaro (que además, sin dotes para la gracia, quiso hacer coña del asunto) merecen sanciones fuertes, un tanto ejemplares. Pues si se es blando con el fútbol duro y sucio, este deporte que cuando es bonito vuela, correría el riesgo de convertirse en un cuerpo a cuerpo donde el más bestia —y no el mejor— se llevaría la parte del león. Deporte y no batalla campal. No hay duda.