Animales de grada

Animales de grada

¿Se imagina un mundo en el que los equipos de fútbol sólo fuesen equipos de fútbol y que lo único que se pusiera en juego fuera la honrilla y las ganas de divertirse? A riesgo de parecer utópico, quisiera insistir en que el deporte es sólo eso: un juego. Nada menos. Una de las expresiones más brillantes y depuradas de nuestra condición de seres racionales, inteligentes y civilizados. Porque ha nacido de nuestra voluntad de hacer algo por puro placer, sin ningún objetivo más concreto o tangible. Claro que después de lo que hemos visto recientemente en algunos campos de fútbol parece que debiéramos ser más cautos a la hora de utilizar estos adjetivos, que nos han convertido en una especie única en el planeta, a algunos de nuestros congéneres. Un excepcional alpinista francés, Lionel Terray, acuñó un término que hizo fortuna para definir a los alpinistas. Les denominó "conquistadores de lo inútil".

Considero que es una definición que muy bien podrían compartir todos los deportistas, desde el que se afana por empujar una pelota entre tres palos al que se agota por ser el primero en llegar corriendo a una raya pintada en el suelo. Me podrá decir usted que soy un iluso. Por supuesto que soy consciente de que sobrevuelan los contratos millonarios, que las televisiones engordan el ego de esos semidioses en pantalón corto y las presiones les llegan incluso desde la esfera política. Y también gente con poco sentido común que trata de convertir un encuentro deportivo en un combate entre naciones, pueblos, ciudades, etnias o lo que usted quiera añadir. Siempre habrá un motivo para sentirse injuriado, agraviado o humillado. Y si no lo hay, se inventa. Pero estoy seguro que cuando, por ejemplo, Raúl está a punto de encarar la portería para asombrarnos con alguna de las suyas no se acuerda de nada de eso. Sólo está jugando, divirtiéndose. Arañando un pedacito de esquiva felicidad para él y para quienes le contemplamos. Y por eso le estamos infinitamente agradecidos.

¿Por qué algunos de los que están en los graderíos no tienen el valor y el talento de hacer lo mismo, en vez de empeñarse en ser animales de grada? Sucesos como los del Camp Nou o la salvaje agresión ocurrida en Sevilla y otras muchas, aterran tanto por los hechos en sí como por qué delatan la catadura moral de los causantes y, lo que es peor, la sociedad a la que, si nadie lo remedia, nos dirigimos. Noticias de última hora nos han contado que compartimos con los ratones un 99% de nuestro código genético. Aferrémonos a ese exiguo pero fundamental 1% donde se refugia nuestra civilidad, donde nace nuestra pasión por el deporte. Escribió Federico Shiller: "Sólo juega el hombre cuando es hombre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es plenamente hombre cuando juega". Así que estamos todavía a tiempo de ser felices, o desdichados, aunque sólo sea durante noventa minutos. Estoy seguro de nos merecerá la pena a todos. Feliz Navidad.