Los reyes de la Tierra

Intercontinental | Real Madrid 2-Olimpia 0

Los reyes de la Tierra

Los reyes de la Tierra

Un gran Real Madrid se lleva la Intercontinental. Goles de Ronaldo y Guti. Figo y Casillas, enormes

Cuando el Real Madrid despliega las alas se entiende lo de antes y lo de ahora, se comprende el mito, el porqué y los japoneses vestidos de blanco. Será difícil volver a ver un equipo tan maravilloso como el que ayer ganó la Intercontinental, no sé si mejor, digo capaz de un fútbol tan hermoso. No me hablen ahora de la defensa, ni de las tácticas. Sólo les daré la razón en una cosa: juegan cuando les da la gana. Pero cuando les da son los mejores. Y ayer les dio. Y nos rendimos.

En la primera parte el Madrid tuvo momentos sublimes. Triangulaciones maravillosas con los paraguayos escondidos en el área y el público recibiendo cada floritura con un ¡ooooh! o un ¡aaaah!, según fuera taconazo o cañito; deben pensar los japoneses que esto siempre nos sale tan fácil, incautos. En esos ratos daba la impresión de que el Madrid podría meter diez goles. Pero ni siquiera en esas ocasiones era posible sustraerse de un cierto temor.

Porque el Olimpia, aunque arrastrado a veces, era como una serpiente entre las sábanas. Lo dejó claro en el primer minuto, cuando un barullo en el área del Madrid lo salvó Casillas con una intervención milagrosa, la primera. El partido se descubrió pronto extraño, con muchas llegadas, y casi todas con su intríngulis. Ronaldo cabeceó rozando la escuadra un pase de Figo. Casillas detuvo luego un disparo de Córdoba. Ronaldo volvió a intentarlo segundos después. Todo esto en cinco minutos. No había tanteos, ni precauciones. El Olimpia aceptaba el combate en campo abierto y al Madrid se le escapaba la sonrisa.

Roberto Carlos fue el primer protagonista absoluto, tanto que inclinó el juego del Madrid por la izquierda, donde nunca suele haber nadie y ayer estaban todos. En el minuto nueve le mandó un recado a Tavarelli. En el 14 le pasó el balón a Raúl y este la dejó pasar de la misma forma que lo hizo Rivaldo en la final del Mundial para que la pelota llegara a Ronaldo de la misma forma que le llegó entonces. Si el amago era medio gol, el control fue la otra mitad. Ronaldo regresaba en el momento preciso. Es imposible no perdonarle siempre.

Sin embargo, el partido no cambió en exceso. El muerto respiraba (tiro al palo) y el Madrid, dominador de todas las artes del cortejo, tenía problemas en la penetración (ejem). A todo esto, Casillas seguía a lo suyo: manopla imposible a chut de Benítez.

A esas alturas de viaje, el protagonismo ya había pasado a Figo, en su mejor actuación desde que llegó del Barcelona: desbordaba, centraba, quebraba y chutaba. Perfecto. Por lo que se refiere a los otros cracks, Raúl, a falta de inspiración, elegía sudoración; Zidane, pese a no estar muy fino, se sobraba para dirigir el tráfico.

En la segunda parte, el Madrid dispuso de media docena de oportunidades de esas de caerse de la silla. Entre ellas, una jugada preciosa de Ronaldo que simula el chut y se cuela en el área. El brasileño, hiperactivo, se convertía en la nueva estrella del equipo: ha vuelto por Navidad (para recoger el Balón de Oro, creo). Una de sus internadas con pase atrás fue desaprovechada por Makelele y nadie entiende, dado su poderío, cómo le pasó el balón entre las piernas.

Hasta que Guti, que sustituyó a Ronaldo, fue el autor de la merecida sentencia (o penetración): pase de Figo, cabezazo al primer palo y fiesta. Y el mejor equipo del mundo confirmó lo que se sabía. Sólo faltaba el diploma.