Ronie, te toca

Intercontinental | Real Madrid - Olimpia

Ronie, te toca

Ronie, te toca

jesús aguilera/a. aparicio

Ronaldo regresa hoy al estadio donde se proclamó campeón del mundo. El Madrid, máximo favorito. Los paraguayos, ante la oportunidad de su vida.

Viajar tiene ventajas, aprendes cosas. A fuerza de viajar a Japón hemos terminado por aprender la importancia de una Copa que despreciamos por no ganarla. Por no jugarla, más bien. Copa Toyota, dijimos, ni siquiera Mercedes; tantos años sin mandar en Europa que nos dio acidez.

Sin embargo, cuando el Real Madrid ganó la Intercontinental en 1998, después de 38 años de vuelos domésticos, descubrimos, sorprendidos, que la congoja de los derrotados, el Vasco de Gama, era casi superior a la alegría de los triunfadores. En América ganar esta Copa es ser campeón del mundo, dijo alguien para explicarlo.

Y se comprobó hace dos años, cuando se vio festejar el título al Boca Juniors, hasta Palermo reía. Ese día empezó a doler el torneo. Y a gustar. Campeón del mundo. Sonaba bonito. Y Europa se quedaba corta. Y el Toyota es un buen coche.

Y aquí nos hallamos. Con el Madrid de un lado y el Olimpia de otro. A los primeros les cabe cualquier adjetivo, de galácticos a somnolientos; en busca del triplete que añadir a Champions y Supercopa. De los segundos sólo se puede decir que son paraguayos. Lucha desigual, y por ello, para no ser prepotentes, hay que buscar razones para el respeto, quizá Benítez, quizá que habitan entre Argentina y Brasil y de esa mezcla podría salir el jugador perfecto, mitad dóberman mitad cisne.

Pero la humildad dura poco. El pasado reciente nos enseña que este Madrid es un equipo que, por tenerlo todo, sólo se motiva para estos partidos con premio directo, tan distraído en una Liga que se gana recortando cupones.

Exactamente esa es la razón por la que se espera hoy a Ronaldo, imposible disculparle más, primero fueron los bollos, luego el poco rodaje y al final la gripe: le falta quedarse embarazado. Otra excusa sería absentismo laboral y el resto del equipo parece sentirlo de la misma forma.

De momento, hay señales para el optimismo: al genio ya se le notan los pómulos y nunca ha ganado este trofeo, al igual que Figo. Luego está Japón y el estadio de Yokohama, lugar de su resurrección.

Pero tal vez como una treta para que el Madrid se confíe, pocas horas antes del partido se anuncia que el Olimpia pondrá el autobús, que los paraguayos se quejan del tamaño de la hierba, tan cortada como un green. Ellos preferían un pasto, con cocodrilos, a ser posible, porque su única opción es convertir en un enredo cualquier atisbo de partido pijo: que no ruede el balón, que rueden ellos.

Ahora que por fin entendemos la importancia de la Intercontinental sabemos que la gloria que espera sólo es comparable al dolor que causaría el batacazo. Pero el riesgo compensa.