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Como en los ochenta

La Real Sociedad y el Real Madrid estuvieron muchos años unidos por lazos de entrañable amistad. Berraondo, Vega de Seoane, Machimbarrena... colaboraron especialmente a ello. En los cincuenta comenzaron a agriarse las cosas. En Chamartín sentaba mal el cerrojo a ultranza de los chicos de Benito Díaz, que a veces se marchaban con alguno de los puntos. En Atocha, sobre el barrillo, era cuestión de honor para Ontoria, Epi y compañía derrotar a la "legión extranjera". Me gustaba el viejo campo realista. Tenía un sabor especial, con sus boinas, gabardinas y paraguas, y la cercanía del público al terreno de juego ejercía un fuerte impacto en los equipos rivales.

Al comienzo de los ochenta la rivalidad tomó tintes extradeportivos. Los txuri-urdiñ habían formado un equipo que podía rivalizar con cualquiera. Perdieron la imbatibilidad y la Liga en Sevilla, pero durante dos años se proclamaron Campeones. Eran los grandes éxitos del equipo que comenzaba con Arconada y terminaba en López Ufarte. El público de Atocha, sin embargo, no supo mantener la tradicional hidalguía de su comportamiento. Se mostró bronco, avasallador hasta la agresión con su rival, y se llegó a temer en varias ocasiones por la suspensión del juego. Parece que las aguas han retornado a su cauce. Tal vez la distancia en Anoeta haya colaborado a recuperar la cordura de los espectadores. Hoy llega una nueva Real encaramada a lo más alto. Ha cambiado su juego de estos últimos años, con un entrenador francés y futbolistas de verdadera clase, dignos continuadores de su época más brillante. No me cabe duda que brindarán un gran espectáculo.