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Primera | Rayo 2 - Real Madrid 3

Figo rescata al Madrid

Marcó de falta en el 93’ - El Madrid volvió a ganar fuera después de siete meses - El Rayo mereció más

Actualizado a
<b>ENTRE TODOS</b>. Ronaldo intenta zafarse de Onopko y Corino en una acción de ataque.

Esto debe ser la suerte de los campeones, ganar así, de un gol de falta en el minuto 93, cuando sólo se hicieron méritos (deméritos) para empatar, y gracias, porque el Madrid fue vulgar y casi nunca le interesó el partido, si acaso los primeros minutos, hasta el gol de Ronaldo, luego todo fue un desmayo, qué falta de tensión y qué tres puntos tan importantes que quizá lo cambien todo.

Hubo quien dijo que cuanto más se entrenaba más suerte tenía. Esa es la teoría de los que piensan que la suerte sólo premia al trabajo, los ingenuos y los románticos. Porque la suerte también se entrega al talento, y más gustosa, como sucedió ayer cuando Figo marcó de falta, un lanzamiento precioso que se coló por la escuadra, un disparo liberado por la carrera mentirosa de Roberto Carlos que los engañó a todos, barrera y portero, inclinados hacia el palo equivocado. Explícale tú al Rayo que el mundo es justo.

Pero hablar de merecimientos resulta inútil, ya lo dijo Woody Allen: no se merecen los premios ni tampoco las enfermedades. Tampoco tendría sentido hacer más sangre del Madrid, sobre todo porque en el fondo todos intuimos que en Vallecas comenzará el despegue: ahora esperan el Genk, la Real, el Barça y la Intercontinental, las citas que gustan. Además el Madrid zanjó una racha de siete meses sin ganar fuera en Liga (desde el 30 de marzo), siete partidos sin victorias.

Y puestos a ser positivos también hay que destacar a Ronaldo, que abrió el marcador con un chutazo bestial desde la frontal del área. Fue en un contragolpe del Madrid: se desmarcó y esta vez, milagro, le vieron. Figo se la puso con lazo y él disparó a la escuadra. Más que un gol fue un descubrimiento: está vivo.

Lo que cuento sucedió en el minuto 15. Hasta entonces el partido era un cachearse y no encontrar nada, ni Rayo ni Madrid. Luego, en los instantes posteriores al gol, el Madrid pareció adueñarse del encuentro. Pero el espejismo duró exactamente 12 minutos: lo que tardó Azkoitia en lanzar un trallazo desde fuera del área, sin que nadie del Madrid le metiera una pierna para estorbar.

Desde ahí se sucedieron los acontecimientos: Zidane se fue con una lumbalgia y el público comenzó a jalear con olés las triangulaciones del Rayo. El Madrid se borró: sigue siendo incapaz de sacar el balón controlado cuando se ve presionado arriba. Y esto es viejo. Y no lo entrenan. Y no se entiende.

El Rayo se hartó de robar balones en el centro del campo, entregado a la causa, abusando de la apatía de un rival que en cada jugada de ataque se pierde en mil pases horizontales, siempre igual, partiendo desde Hierro, que tarda tanto en armar la pierna que parece que está cargando un cañón.

Con el partido así surgió el árbitro. En una internada de Figo, pitó falta en la frontal cuando lo cierto es que la defensa del Rayo le ganó en velocidad. Disparó Roberto Carlos, Bolo se abrió de piernas (mal momento) y el balón entró, le entró.

Perseguido por su conciencia, el señor colegiado decidió compensar el entuerto y pitó penalti en un revolcón de Azkoitia en el área del Madrid, después de retener antirreglamentariamente el balón desde el suelo. Gol de Julio Álvarez. Luego se tragó una manos de Salgado.

Lo que siguió fue un empujar del Rayo, con un disparo al poste de Julio Álvarez, con Azkoitia en todas las maniobras, bueno de puro pesado, y el Madrid parapetado, temeroso, saliendo al contraataque, en uno de los cuales pudo marcar Ronaldo. Lo del final ya lo saben, el equipo que marca una falta de cada 30 metió ayer dos y ganó el partido. Figo rescató más que tres puntos, salvó a un conjunto que estaba cerca de acomplejarse, enredado en sus vicios, pocos si se comparan con la gigantesca calidad que atesora. El esfuerzo del Rayo no encontró premio. Las papeletas de la mala suerte un día se puede canjear por la buena. Pero quién sabe cuándo.