La afición lo merecía
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Pocas veces un agradecimiento estaba tan justificado. Finalizado el insulso pero triunfal encuentro ante el Rayo, los jugadores tributaban un aplauso a la afición atlética. Un sencillo gesto enmarcado en agradecimiento por ese apoyo, de corte maternal, constante, inquebrantable y desinteresado. Por fin, el Calderón lució una luminosa sonrisa tras el pitido final. Muchos meses después, por primera vez desde nuestro regreso a Primera, el marcador reflejó una victoria nuestra. Fue un triunfo, tan trabajado como poco brillante, que por encima de cualquier valoración, hay que interpretarlo como una deuda saldada con los aficionados. No deslumbramos con el juego pero ganamos en casa. Los tres puntos ante el Rayo traspasan lo aritmético. Tienen el valor añadido de haber roto lo que parecía un maleficio y de dotar al equipo de la tranquilidad para recobrar la confianza en nuestras posibilidades.
Ante el Athletic queda por demostrar lo más difícil, que ganar en casa ha dejado de ser una quimera, que no sólo vencemos en nuestro feudo, sino que nos situamos arriba y lo hacemos transmitiendo sensación de equipo. Saldados los intereses con la afición, llega el momento de pagarle el principal de ese préstamo emocional y sin contratos de por medio.