Adiós a Wembley

Las excavadoras ya están en Wembley. Ayer, a primera hora, un grupo de obreros llegaba al estadio por donde durante 79 años lo hicieron miles de aficionados al fútbol. Tras arduas negociaciones, las obras de demolición del legendario estadio tienen vía libre, aunque el proyecto de reforma no será desvelado hasta hoy por la ministra de Cultura, Comunicación y Deporte, Tessa Jowell. Las máquinas niveladoras ocupan ahora el carril del siete, el que en 1953 corrió Sir Stanley Matthews para ganar la Copa con el Blackpool. Los dozers rodean el terreno de juego, el que fue invadido en la final de 1923, la primera disputada allí, la que pasó a la historia como la del caballo blanco. Y varias grúas se llevan por los aires los sueños de un país rendido al fútbol y que vivió en Wembley su mayor alegría al ganar el Mundial-66.

Desde hoy, todo serán recuerdos. Incluidas sus dos torres gemelas, que —fatídica coincidencia— quedarán hechas añicos. A partir de ahora habrá que pensar en el nuevo Wembley, un ejemplo de ingeniería con capacidad para 90.000 espectadores y cuyo coste se ha disparado desde los 326 millones de libras (548 millones de e) previstos en septiembre de 2000 a los 750 millones (1.262 millones de e) actuales. Ese encarecimiento estuvo a punto de frustrar la construcción del nuevo estadio, algo que finalmente será posible gracias al préstamo de 637,5 millones de euros del Westdeutsche Landesbank. Resulta curioso que sea dinero alemán el que haga realidad el sueño inglés. Pero en el fútbol, los sueños aún existen. Y en 2006, el del Nuevo Wembley se hará realidad.