Tenía que ser precisamente en el Mont Ventoux. Allí, Joseba Beloki protagonizó sus diez segundos de gloria. Los justos que necesitó Lance Armstrong para recuperarse del hachazo del vitoriano y sentenciar el Tour, por si no estaba sentenciado lo suficiente.
Si en 2000 Beloki supo en el Mont Ventoux que podía estar entre los más grandes del pelotón, ayer descubrió que si ataca puede romper cualquier carrera. Como era su primera vez, al menos en el Tour, tuvo fallos técnicos. Y no dudó en reconocerlo tras entrar en la meta a 1:45 del intratable Lance Armstrong.
"Me cebé pidiéndole ritmo tanto a José Azevedo como a Mikel Pradera. Al final no podía seguir ni el ritmo de este último". Pese al mal rato que venía de pasar, la cara de Beloki no reflejaba mucha tristeza. Al fin había podido sacar el genio que llevaba dentro para acosar, aunque fuera sólo por un instante, al poderoso maillot amarillo.
"El puerto se me hizo muy largo. Atacamos desde abajo y ahí pudo estar nuestro error. Me la jugué a una carta". Habla Beloki en referencia a su ya famoso demarraje a ocho kilómetros de la cima del Mont Ventoux. Armstrong se fue tras él y sin sentarse en el sillín se marchó camino de la llegada, aunque no lo suficientemente rápido como para atrapar a Richard Virenque.
El ONCE-Eroski se va a marchar de este Tour sabiendo que nada será lo mismo para ellos a partir de ahora. Su protagonismo en la ronda francesa se ha elevado a cifras insospechadas. El descabellado acoso a Lance en el Mont Ventoux fue el punto culminante de su desesperado asedio al tejano de los tres Tours. ¿O ya cuatro?
"Vine aquí a ganar el Tour de Francia y al final voy a tener que luchar para mantener el podio del año pasado. Al final se ha cumplido lo que predecíamos: que si Lance Armstrong no falla, es imposible ganarle".
Cósmico
El ciclista que más cerca ha estado de sombrear la estela de Armstrong ha sido, está siendo, Joseba Beloki. Es el elegido para sacarle la definición exacta. Beloki logró encontrar las palabras necesarias después de 221 kilómetros de lucha contra el sol y contra el monte pelado. "Hemos llegado a la Luna y por aquí andaba un astronauta".
Lógicamente, nadie preguntó si ese astronauta era Virenque, Botcharov, Serpellini... Era Armstrong. Subió la ventanilla y se fue.
