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Ciclismo | Retirada

Un palmarés de lujo frente a la crítica constante

Actualizado a

Abraham Olano ha mantenido una lucha constante, no sólo con las duras rampas de los Pirineos o los Alpes, sino contra los críticos que se empecinaban en destacar su escasa competitividad en la alta montaña de las grandes rondas por etapas por encima de un historial de lujo al alcance sólo de los elegidos.

Sin grandes estridencias, sin apenas hacer un ruido y con un simple comunicado de prensa (fechado tres días antes de que se hiciese público), Olano ha decidido poner fin a su etapa como ciclista y anteponer, a su profesión, una vida "sin presiones" y el "disfrute de su familia".

Desde que en 1992 pasara al campo profesional, la trayectoria del corredor guipuzcoano ha estado acompañada por la alargada sombra de Miguel Induráin con quien le han tratado de establecer similitudes y paralelismos imposibles de culminar.

El parecido entre Induráin y Olano en el físico, en su corpulencia, en su dominio de las pruebas cronometradas y en sus deficiencias cuando la carretera se empina, sirvieron para que los técnicos vieran en el guipuzcoano un clon del campeón de Villava.

Olano siempre ha intentado dejar a un lado esa responsabilidad anteponiendo su propio estilo de corredor a las expectativas que sobre él se habían creado, y ha respondido a sus detractores con victorias de mérito.

Trofeos para todos los gustos

En su palmarés profesional, el mejor de un corredor nacional en activo, destacan la victoria de la Vuelta a España de 1998 o el título de campeón de fondo en carretera en Colombia en 1995 (el primer español que lo logró) o el de contrarreloj en Valkenburg (Holanda) en 1998.

Además obtuvo dos segundos puestos, por detrás de Induráin, en las pruebas contrarreloj del mundial colombiano y de la cita olímpica de Atlanta'96, y pisó el podio, por dos veces, en el Giro de Italia (1996 y 2001) entré otros éxitos.

Este extenso currículum, que bastaría para encumbrar a cualquier corredor español a la categoría de estrella, ha quedado parcialmente oscurecido con la etiqueta de su fragilidad en la alta montaña y en el Tour de Francia (donde sólo ha podido ser cuarto), cita inexcusable para que los mejores demuestren su poderío.

Rodeado por la polémica

Además, algunas de sus mejores victorias no han estado exentas de polémica. En la Vuelta de 1998, y defendiendo los colores del Banesto, criticó a su compañero de equipo José María Jiménez por poner en peligro su triunfo por el lucimiento personal del abulense en la alta montaña.

Su épica llegada en el Mundial de fondo en carretera en Duitama (Colombia), al recorrer el último kilómetro con la rueda delantera pinchada, también quedó marcada por la teórica "permisividad" de Induráin que, pese a ser el máximo favorito, se mantuvo en el grupo final de escogidos cubriendo a su compañero de selección y manteniendo a raya al italiano Marco Pantani.

Su prueba de fuego, el Tour de Francia, ha sido el detonante para que sus críticos se cebaran en él. Pese a sus continuos esfuerzos para superar las cimas más altas, su 1,81 de estatura siempre le ha impedido luchar de igual a igual con gente como Pantani, el estadounidense Lance Armstrong o el alemán Jan Ullrich.

Ni en el Mapei, ni en el Banesto, ni ahora en el ONCE-Eroski, algunos de los equipos más potentes del pelotón mundial, ha podido confirmar su innegable calidad en la carrera francesa, algo que le mantendrá un peldaño por debajo de los más grandes y servirá de carnaza para sus críticos.

Adiós de un grande

Olano dice adiós al ciclismo tras colgarse del cuello una nueva medalla (fue plata en el campeonato de España de fondo en carretera disputado en Salamanca) y a las puertas de su último Tour en el que tratará de "disfrutar" de las mismas carreteras que tanto le hicieron sufrir.

"Desde el momento en el que un deportista como yo, cuya base es el sacrificio y la capacidad de sufrir constantemente y de entrenar siempre sólo, empieza a perder todo eso y comienza a salir triste a entrenar, echa de menos a la familia y piensa constantemente en su retirada, es señal de que es la hora", razona el guipuzcoano para bajarse definitivamente de la bicicleta.

El jersey amarillo del Tour, que nunca logró enfundarse, y el récord de la hora, que tenía en sus piernas y que no pudo asaltar el pasado año en el velódromo de su ciudad natal, Anoeta, son sus últimas aspiraciones que no podrá cumplir, pero su palmarés tardará tiempo en ser, siquiera, igualado.