Cuando parecía que lo más difícil había pasado, la FIFA se ha encontrado con un problema inesperado: las centenarias tradiciones japonesas que han convertido la presencia del emperador Akihito en la final en un quebradero de cabeza.

El inflexible protocolo nipón ha obligado a cambiar algunos de los actos previstos. El más importante, la entrega del trofeo. Aunque Akihito ha aceptado sentarse en el palco, lo que no hará será entregar la Copa a los ganadores por considerarse ésta una "tarea mundana". Ni tan siquiera lo hace en los torneos más importantes del casi sagrado sumo. Por lo tanto, será Blatter quien se encargue de ello. Además, la ceremonia se deberá llevar a cabo en el césped y no en el palco.

También se rumorea que la final se disputa a las 20:00 (hora local) y no a las 20:30 porque el emperador jamás trasnocha. La presencia en el palco de personalidades como su esposa Michiko, el canciller y el presidente alemán (Gerard Schröder y Johannes Rau), el rey Abdullah de Jordania, el presidente surcoreano Kim Dae o el príncipe Alberto de Mónaco quedará eclipsada por el rancio esplendor de Akihito.