Lo dice Bruno Metsu, seleccionador de Senegal: "Los dos goles anulados a España fueron un escándalo. Debieron subir al marcador. Es indignante". Lo dice el técnico rumano Mircea Lucescu: "Los árbitros han sido el gran fracaso del Mundial". Y lo dice Carlos Bianchi, posible relevo del Loco Bielsa en el banquillo de la albiceleste: "Los colegiados se equivocaron. Duele que España quedara eliminada de esa manera".

Está claro. El enfado por el arbitraje de Al-Ghandour no es el recurso del pataleo. Es decir, no sólo indigna en España. Todo el mundo está de acuerdo en que fue el árbitro egipcio quien echó a nuestra Selección del Mundial. Y algunos van más lejos: "Ahora más que nunca se intentó una politización del fútbol al llevar a algunos árbitros que no tienen la calidad que exige el torneo. Estos colegiados están en el Mundial porque votaron a Blatter", afirma Lucescu, ex seleccionador rumano.

La Prensa refrenda el sentir de los entrenadores. En Italia, La Gazzetta dello Sport llevaba en portada: "Así se mata un Mundial". Corriere dello Sport titulaba: "Escándalo bis (en alusión a los errores en el Corea-Italia)". En Inglaterra, Daily Mirror afirmaba que "fue un robo de altura porque España ganó 2-0. Los jugadores españoles no perdieron la calma. Fue una reacción comprensible de hombres que sabían que habían sido estafados". Y en Daily Mail, Colin Young decía: "Corea recibe más ayudas que las que necesitaría un anciano en silla de ruedas para subir el Everest". Ahí es nada.