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Ciclismo | Muerte de un mito

El enigma de la muerte de Coppi

Il Corriere dello Sport denuncia que fue envenenado | Sus contemporáneos opinan | Hablan Bahamontes, Geminiani y Poblet | El caso está en el juzgado | La historia no está cerrada.

Coppi con Bahamontes.

Il Corriere dello Sport destapó el pasado sábado la noticia: el campeón italiano Fausto Coppi (ganador de dos Tour y cinco Giros) murió asesinado y no víctima de la malaria. Así lo reveló a este diario italiano un dirigente del Comité Olímpico Italiano, Mino Caudullo, que en 1985 viajó a Burkina Fasso (antes Alto Volta), el país de donde regresó mortalmente enfermo el campioníssimo en diciembre de 1959.

El padre Adriano, un monje benedictino francés, le contó entonces al propio Caudullo como Coppi recibió un brevaje venenoso que se elabora con hierbas y cuyos efectos son muy parecidos a los de la malaria. Se trataba de una venganza por la muerte de un ciclista de Sierra Leona llamado Canga, que se despeñó por un barranco en extrañas circunstancias en una carrera celebrada en África y en la que participaban otros europeos.

La familia del fallecido habría querido vengarse en el ciclista más famoso del mundo, símbolo de los países ricos que expoliaban su continente. Coppi había aceptado correr en Alto Volta a cambio de poder cazar en un safari. Junto a él había otras estrellas de la época como Anquetil, Riviere y Geminiani. También fueron invitados, aunque no viajaron finalmente, Bahamontes y Poblet.

El 2 de enero de 1960, apenas una semana después de volver de África, Coppi falleció tras una noche de agonía. Se habló de un virus africano o de una intoxicación por comer carne de cobra. Pero al final todo indicaba que fue la malaria la que acabó con su vida. El ciclismo perdía un mito, un corredor al que la Segunda Guerra Mundial (tres años de parón) privó de un palmarés inigualable. Pero cuando todavía resonaban los ecos de su leyenda el caso Coppi ha vuelto a abrirse...

Bahamontes: "Me ofrecieron ir a África con él, pero no quise ir"

-¿Qué opinión le merece la noticia de que Coppi pudo morir envenenado?

—Lo he leído, pero no estoy muy de acuerdo con eso. Por lo que tengo entendido Coppi murió de una enfermedad y creo que es la misma que yo sufrí.

—¿Cuándo?

—Tenía quince años..., en 1942. Yo trabajaba en el estraperlo para ayudar a mi familia. Un día me paré a beber agua en un río y contraje unas fiebres tifoideas y estuve tres meses enfermo, con unas temperaturas muy altas que me tuvieron al borde de la muerte. Llegué a pesar menos de 50 kilos y se me cayó el pelo como si hubiera tenido cáncer. Luego me volvió a salir, pero yo tenía el pelo liso y cuando me volvió a crecer me salió rizado.

—Pero lo de Fausto Coppi dijeron que era una malaria, ¿no?

—No sé, tifoideas o malaria. Pero fue una enfermedad. Nunca se habló de un envenenamiento. Lo más que se llegó a decir es que había comido carne de serpiente. Pero fue una enfermedad. Raphäel Geminiani también la pilló y estuvo a un paso de la muerte, pero consiguieron curarle y a Coppi no. No me creo esta historia del envenenamiento y no me gusta que salgan tantos años después con esto.

—¿Cree que daña la imagen de Coppi?

—No es que le vaya a perjudicar, pero ya está muerto y no me gusta que haya gente que quiera hacerse famosa a su costa.

—¿Cómo era Fausto Coppi?

—Fue un gran campeón. Tenía un carácter fuerte, pero como todos los genios. Como Di Stéfano, por ejemplo.

—¿Y como compañero?

—Fenomenal. Como sería que en su casa tenía empleados a varios de los compañeros que le hicieron de gregarios. Uno le hacía de chófer, otro de jardinero, otro para traerle el periódico y cuidar de él...

—Usted era ya una figura en aquel tiempo. ¿No le invitaron a aquel safari en África?

—Claro que me llamaron. Yo tenía que ir, pero dije que no. Se trataba de correr cinco critériums allí y a cambio, no te daban dinero, si no que te pagaban con varios días de safari en los que podías cazar lo que quisieras. Pero yo ya iba de caza cada tres o cuatro días a la finca de un familiar de mi compañero Rafael Carrasco, El Lecherito. No me llamaba la atención ir hasta África para hacer lo que ya tenía a 15 kilómetros de mi casa.