Gimnasia | Mundial de Rítmica
Ali Kabaeva, superior
Revalidó su título mundial superando como ninguna otra las extremadas dificultades que impone el nuevo código. Cid fue novena y Colino, decimoquinta.
No por esperado tiene menos mérito el segundo título mundial consecutivo que ayer se apuntó Alina Kabaeva. La estrella rusa es la mejor, y no admite debate. Ella, con el ferreo código impuesto por la Federación Internacional hasta Atenas 2004, no sólo ha sido capaz de adaptarse a la creciente dificultad de los ejercicios, sino que también es una de las escasas gimnastas que aún comunican desde el tapiz, como si disfrutase con esa sonrisa pegada a su cara exótica de esa mezcla entre tártara por su padre y rusa por su madre.
Alina ganó de calle. Sólo dejó el aire una pequeña duda en la primera rotación, cuando se lió con la cuerda y permitió que su compatriota Irina Tchachina fuese en cabeza fugazmente. A partir de ahí fue a más, espoleada ella misma y buscando la colaboración del público, al que incluso provocaba con sus gestos. Es más, en su singularidad, es la única gimnasta del mundial que sale a la pista acompañada de un hombre, su coreógrafo personal, a quien tanto debe; al resto le presenta la entrenadora.
Tchachina, la siberiana gélida a la que le cuesta reir, fue la segunda, como se esperaba. Las opciones a su elegancia pasaban por los errores de Kabaeva, que no se sucedieron. Y el bronce, para escarnio búlgaro, que esperaba subir al podio con Simona Peicheva (cuarta), para la ucraniana Tamara Yerofeeva.
Almudena Cid, abonada al noveno puesto en la gran competición, tuvo la oportunidad de estar más arriba. Una maza y el lanzamiento del aro le impidieron romper el monopolio de rusas, ucranianas, búlgaras y bielorrusas. Mereció haber ganado a Jukova (Bielorrusia), que se cayó en un ejercicio porque no pudo mantener el ritmo, e incluso a Elisabeth Paiseva (Bulgaria), también con un fallo de bulto.
La gran sorpresa vino de la mano de Jenifer Colino, con un excelente puesto para ser una debutante (15). Pero más que el puesto, el descaro, la simpatía y las ganas de agradar, hay en ella condiciones de gimnasta, talento innato para este deporte. Sus giros son espectaculares, y los repite sin descanso y sin desmayo. Dicen, los que saben, que ¡Ay!, ahí hay gimnastas.