Boxeo | Pablo Ibar
Cándido Ibar: "Yo sé que Pablo no lo hizo"
El hermano de Urtain pide ayuda para sacar a su hijo del corredor de la muerte.
El círculo de Pablo Ibar lo cierra su padre, Cándido, el hermano de José Manuel, el boxeador Urtain. Él fue pelotari hasta hace poco, y ahora vive en Atlanta, a seis horas de coche de la prisión del estado de Florida en Starke. Vasco de Cestona (Guipúzcoa), luchador por naturaleza y orgulloso de sus orígenes, sabe que está en una lucha a brazo partido para sacar a su hijo del corredor de la muerte: "Para mí han sido de gran utilidad los consejos de José Joaquín Martínez. Yo le conocí en el proceso de su hijo y fue quien me ha ido abriendo los ojos de lo que está pasando".
Cándido llegó a los Estados Unidos "en diciembre de 1968, con 24 años" contratado para jugar en los Jai Alai de Florida "cuando el juego de pelota estaba en alza. Había hasta 14 frontones y todos funcionando a la perfección, aunque las temporadas sólo eran de cuatro meses". Se casó con una cubana de origen español, tuvieron dos hijos, y se divorciaron, aunque siempre estuvieron relacionados por los niños: "Pablo vivió con ella, luego conmigo y al final volvió con ella, que murió de cáncer de pecho. Ya estaba mal cuando el segundo juicio, pero ver que a su hijo de declaraban culpable creo que fue lo que la llevó a la tumba". Y en ese momento, cuando Pablo es declarado culpable, es cuando Cándido recupera su espíritu luchador de los Urtain.
"¿Cómo vas a dejar que tu hijo muera en la cárcel? Nosotros nos hemos organizado para estar lo más cerca posible de él. Somos muchos soportando la desgracia con Pablo. Yo sé que él no lo hizo. Tiene que tener la moral alta, porque mi experiencia en el deporte me dice que es fundamental. Tenemos turnos semanales para visitarle".
¿Será que la tragedia del caserio Urtain persigue a la familia, que hay una maldición que se transmite por generaciones? "Creo que no existe tal maldición, lo que pasa es que la gente habla y con el tiempo la realidad se distorsiona. Mi padre no murió por una apuesta, nadie le hizo estallar el pecho como se dice. Él padecía de úlcera desde joven, pero nunca quiso operarse. Era tan fuerte que con sólo una especie de bicarbonato podía con todo. Teníamos un bar y muchas veces llamaba a la gente, se subía la camisa y decía `pega todo lo fuerte que puedas, a que no me mueves´; o le decía a la gente que saltase encima de él, a que no se inmutaba; o se cogía con las manos en la barra, se levantaba haciendo el pino y con los pies cogía una botella detrás del mostrador , eso también lo hacía mi hermano José Manuel. Ellos dos han sido unos fenómenos de la naturaleza".
Entretanto, Pablo está fascinado con el comportamiento de su padre: "Yo no tenía dudas con él, pero se está dejando la piel conmigo. A veces viene con su segunda esposa y con sus dos hijos pequeños, Steve y Fran, de siete y seis años. Me dicen vamos Pablo, vamos a casa a jugar". A Pablo se le humedecen los ojos.
Los pequeños Ibar tal vez sí puedan seguir la saga deportiva del caserío Urtain, la que se malogró con Pablo. Cándido les ve futuro: "Llevan el sello, van a ser dos atletas". Su pena es que le pegan al béisbol, tan lejos de lo de casa: "En cierto modo es como la cesta; acertar con la pelota".