Se veía feliz Adecco Estudiantes en su cancha nueva, aclamado por más de 10.000 fieles en el coso de Vistalegre. Le acababa de quitar el lazito a la plaza. El ambiente, memorable. Monumental. Y en esas apareció -o ya lo había hecho- el Casademont Girona, y de amarillo. ¡Cómo podía ser! Los catalanes salieron a estropear el estreno y lo lograron: 67-69.

El mal fario surtió efecto desde el inicio. A Estudiantes se le veía muy responsabilizado; por momentos, atenazado . Fallón. El Casademont, mientras, no dejaba de sumar. Poco a poco. Glenn Sekunda -demasiado rápido y hábil para la mayoría de los pívots- y Jason Sasser quebraban a sus defensores. Al descanso, 27 de los 36 puntos del Girona llevaban sus firmas. Ventaja de ocho (28-36), que llegó a ser de trece (21-34, min. 37).

La renta escondía el pago de un tributo. Moraga, Keefe y Sekunda habían cometido tres faltas cada uno a velocidad de vértigo. Estudiantes dominaba la lucha cuerpo a cuerpo, pero sólo eso. Le faltaba fluidez con el balón y acierto. Si no hay racha de Garnett, Estudiantes sufre.

El partido iba a la deriva, pero ayer jugaba Carlos Jiménez. La avalancha humana. A base de casta igualó el solito la balanza (46-46, min. 28). Puro espejismo. La aparicón de Pere Capdevila rompió el encuentro (52-64, min. 32). Luego, Estudiantes se coló otra vez por el apagón ofensivo gerundés y, claro, por Jimenez. Colosal. El último minuto fue digno de una final. Qué intensidad, qué ambiente. ¡Ah!, ¿pero que no era partido de playoff?