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Ciclismo | Vuelta a España

Simeoni llega a Cuenca andando

El ciclista italiano llegó en solitario a la meta, pero justo antes de cruzar la línea se detuvo, besó su bicicleta y entró caminando.

Ganó un gracioso. Filippo Simeoni se detuvo justo antes de la línea de meta, levantó su bicicleta, la besó y luego entró andando. Simeoni (asombroso parecido con Bartolín) pertenece al equipo Cantina Tollo, marca de vinos, pero ni siquiera la cogorza exime de la estupidez.

Filippo el guasón llama a las puertas de los mejores circos del mundo. Su numerito banaliza su esfuerzo, quizá el de todos. Luego dijo que era un gesto por la paz. Bufones sin fronteras. Se llevó la atención de una etapa con un final trepidante. Ni exagero ni soy un talibán, pero siento lo mismo cuando veo a un delantero que, solo delante de la portería, se agacha para meter el balón con la cabeza.

El deporte (por extensión la vida) tiene un código. Los que lo entienden, que suelen ser los buenos, no se despatarran ante los triunfos ni se quitan los calzones ante la primera emoción. Raúl se besa el anillo, el Buitre levantaba el índice, Indurain sonreía. Nunca vi a Jordan bailar la cumbia después de meter el triple decisivo.

Simeoni era hasta ayer famoso por cantar como un canario. En la revista GQ relató cómo se dopó, primero de aficionado, y después a las órdenes de Ferrari, al que abandonó luego por falta de resultados. Ahora también es famoso por entrar andando a meta. La frivolité le costó 40.000 pesetas por "comportamiento incorrecto". Es barato. Quizá la próxima vez se ponga una nariz de payaso o unas plumas en homenaje del oprimido pueblo sioux.

Pero dejemos el mundo de los teletubbies para adentrarnos en el ciclismo. Porque ayer se vivió una gran etapa, con los corredores otra vez en estampida, como casi siempre. El ritmo era tan alto que se pudo ver a Laiseka en primera posición del pelotón pidiendo tiempo muerto con sus manos. No le hicieron mucho caso.

Por delante resoplaba un grupo de escapados entre los que estaban Santi Blanco, Cuesta, Zubeldia, Zabel y un tal Simeoni. También se encontraba allí el eterno Laguna (Relax), premio Alcoyano. Él asegura que ya suma 400 kilómetros de escapadas infructuosas. Pero no es cierto; seguramente son más.

El final de la etapa era una emboscada por las calles de Cuenca, con la subida al Castillo, un callejón adoquinado, corto y muy duro. Allí decició atacar Santi Blanco, que no encontró respuesta en ninguno de sus rivales. Se marchó con pocos segundos de ventaja, pero parecían suficientes para llegar a meta, pues una larga bajada conducía a la meta.

Sin embargo, como dice la canción, "si naciste pa' martillo del cielo te caen los clavos". Santi Blanco se fue al suelo al salirse un tubular y perdió todas sus opciones. Cuando se incorporó al grupo de favoritos volvió a caerse.

Entre los mejores, Casero puso ritmo de marine en las rampas del Castillo y Sevilla le aguantó a duras penas. Continúa el pulso. Y en pleno duelo se coló un tipo raro que prefirió bajarse de la bicicleta en el momento más importante de su discreta carrera como ciclista. Espeluznante.