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Ciclismo | Vuelta a España

Vuelo sin motor

Igor González de Galdeano sorprendió al pelotón a falta de un kilómetro para la llegada. El viento a favor hizo que la carrera estuviera lanzada.

Actualizado a
DAVID PUDO CON GOLIAT. Igor González de Galdeano recordaba que había un repecho muy cerca de la meta de Zaragoza y lo aprovechó para lanzar un ataque que sorprendió a los equipos de los sprinters, que no fueron capaces de alcanzarle en una persecución que encabezó David Cañada, del equipo Mapei.
JESÚS RUBIO / MONDELO (EFE) / REUTERS

Igor González de Galdeano se escapó ayer cuando faltaba un kilómetro para la meta, cuando el pelotón es Maurice Greene en bicicleta, cuando abrasa, cuando es imposible. Y ganó. Será de familia. Su hermano Álvaro logró una victoria muy parecida en el Giro 2000, cuando burló el acoso de cien italianos en pie de guerra. Y ganó. Freire no lo hizo.

Volvió a encontrarse con el imprevisto, con la cáscara de plátano, y cedió en el día que parecía tenerlo más fácil, amplia avenida, Zabel cortado en un abanico.

Fue una regata. Vendaval a favor y los maillots como velas. Jamás una etapa en línea se había corrido tan deprisa. Otro récord para esta Vuelta de Amenábar. Entre los 40 primeros que llegaron a puerto, todos los favoritos menos David Plaza, que perdió 43 segundos. Pasa del cuarto al séptimo lugar de la general.

ONCE y US Postal salieron con las escopetas cargadas y unos desarrollos capaces de mover un tractor. Olano ponía firme al pelotón. El americano Leipheimer sufría para seguir el ritmo el mismo día en que Beloki lo delataba como el tapado de la Vuelta. Todavía hay quien tiene pesadillas con Caritoux.

Pero volvamos a Igor. Cruzó la meta al grito de "¡Toma, toma, toma!", versión ciclista del "¡Me lo merezco!". El pequeño de los Galdeano (el mayor también) es un corredor magnífico y con clase, esa vaporosa cualidad que se refleja en la forma de dar pedales o en cómo te queda la gorra.

Se lo merecía, sin duda. Sin embargo, ayer había algo de reproche en la ONCE, de ajuste de cuentas, "nos han querido desestabilizar". Uno de los encantos del ciclismo era su alejamiento del divismo de otros deportes que confunden crítica y ataque, amigo y pelota. Galdeano ganó porque es muy bueno, porque sabe sufrir y porque le gusta competir.

Vuelve a estar entre los favoritos, aunque conviene recordar que él fue el único en descartarse tras la crono de Torrelavega. No hay conspiración internacional.

La Vuelta llega ahora al día de descanso, vísperas de Andorra, segundo capítulo de la historia de los muertos con buena salud y los vivos con sarampión.

Los que están arriba sacan pecho, ajenos quizá a las vueltas del destino. Otros preparan emboscadas en las carreteras, calculan tiempos perdidos y ganados. La rivalidad engrandece la competición. Y la crítica da valor al elogio y estimula la épica, la misma que engancha al público, que reunido en multitud significa los millones que ganan en buena ley aquellos que odian tanto ser criticados.