Naia Laso: 15 años y diploma pese a competir infiltrada

Una fiesta en medio de los Juegos Olímpicos de París. Un rincón que suena a Freed From Desire y huele a patatas fritas y gofres. Un festival en medio del mayor evento deportivo del mundo, en la Plaza de la Concordia y con la Torre Eiffel de fondo. Un entorno hecho a medida para Naia Laso y sus amigas, que vuelan y giran encima de su skate. Que se divierten y asombran. Este martes, la española, de 15 años, en un día sin muchas más opciones de medalla en clave nacional, encandiló a todo un país con su juventud. Tras una caída en la esperanzadora ronda clasificatoria de la mañana, salió por la tarde, compitió infiltrada, “con mucho dolor” por un tirón en la espalda, y sacó brillo a un diploma cargado de futuro. Esta vez, no pudo ser, pero guarden el nombre y su historia para próximos Juegos. “Yo creo que la gente se puede ilusionar”, decía tras su séptimo puesto, “muy contenta” pese a todo.

En las distancias cortas, Naia es muy tímida. “Cada vez se va soltando más, pero aún le cuesta”, dice su padre, Roberto, el encargado de llevarla a entrenar cada día a una hora de Bermeo, su localidad, por la falta de parks de calidad cerca. El diploma de la vasca, por ello, es casi un milagro. Como en su día fue el oro de Alberto Ginés, en otro nivel. Encima del skate, sin embargo, Naia es una descarada. Se atreve con todo. No puede evitar sonreír. Como hace un par de meses, cuando se rompió la clavícula y apareció en cabestrillo en las Olympic Qualifier Series, el Preolímpico de los deportes urbanos. La presencia era obligatoria para estar en los Juegos, pero su ciclo era tan bueno (llegó como cuarta del mundo a esa cita) que no necesitaba sumar más puntos.

Es el carácter adolescente de una niña, porque es lo que sigue siendo, con un talento innato, que lleva media vida encima de una tabla (empezó con siete años). Que disfruta “sintiéndose libre” y liberando todo aquello que lleva dentro y a veces le cuesta mostrar. Que hace disfrutar a todos los españoles, bastantes entre una multitud británica que aclama a Sky Brown, estrella mundial del skate, también del surf, en unas gradas achicharradas por el sol parisino, que se clava al lado del obelisco de Luxor. Uno de tantos parajes de película en estos Juegos que, pese a esas molestias, hacen que Naia se lo pase bien. Lo más importante a su edad.

De menos a más

Lo hizo desde el principio, con una sonrisa para saludar al público que tranquilizó, pero que seguía escondiendo dolor. Tras una buena primera ronda de la brasileña Dora Varella (85.06), llegaba el turno de Naia. Back side, front side, ollie o rock to fakie. Multitud de nombres técnicos que, sobre el bowl parisino, algo lento y en el que “costaba coger velocidad”, se traducían en emociones y admiración con la Dama de Hierro a la vista. La ronda inicial de la española, pese a no sumar lo deseado (59.85), dejaba abierta la puerta de la esperanza. Hasta irse al suelo en una de las islas del tazón, el jump box, en la que paraba el tiempo en el aire, las sensaciones que transmitía eran buenas. Sobre todo, tras ese cojeo que arrastraba.

A su segunda ronda, que tampoco pudo terminar por otra caída, más pronta, Naia ya salió con una medalla asignada. La japonesa Cocona Hiraki, también de 15 años, plata en Tokio, ya tenía unos 91.98 puntos que al final elevó (92.63) para repetir su posición en casa, segunda. A la tercera, se lanzó con Brown (16) con 91.60 créditos y la australiana Arisa Trew (14) con 90.11, con el podio muy caro. Luego, la británica (92.63) y la aussie (93.18) aún mejorarían para dos notas que, finalmente, significaron el bronce y el oro. Con todo eso, “en una ronda en la que quería asegurar y quedar contenta”, Naia salía para, con un 86.28, demostrar que el skate tiene futuro en España. Y que ella, quinta en los Mundiales del año pasado y con una Copa del Mundo en su palmarés, es parte de él.