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PARÍS 2024 | GIMNASIA

Ray Zapata, de la plata al diploma

El gimnasta de 31 años, que partía con la tercera mejor nota de la calificación en suelo (14.600), no la mejora (14.333) y queda séptimo. “Voy a seguir”.

Ray Zapata, en uno de sus vuelos.
JESUS ALVAREZ ORIHUELADIARIO AS

Si ganar una medalla olímpica es difícil, repetir es casi imposible. Fue lo que le pasó a Ray Zapata en la final de suelo en la que fue plata en Tokio. Tres años después terminó séptimo (14.333). El podio se lo repartieron el filipino Carlos Edriel Yulo (15.000), el israelí Artem Dolgopyat (14.966) y el británico Jake Jarman (14.933).

A Ray que llegaba con la tercera mejor nota de la calificación (14.600), le tocó abrir plaza. Y fue tirando diagonales con vuelos que parecían altísimos, clavando todas las series menos la última en la que un pie tocó ligeramente la parte oscura del tapiz. Sacó la lengua y animó al público, feliz, para dar paso a una espera que se hizo eterna. Demasiado larga. “¡Guaaau, qué pasa!”, se escuchó al español. Los jueces examinaban algo. Quizá esa última diagonal. Y salió la nota, 14.333, menor que con la que partía, con una penalización de una décima (6.200 en dificultad y 8.233 en ejecución). El concurso se ponía cuesta arriba.

Salió el isralí Artem Dolgopyat, oro en Tokio empatado con Ray pero campeón por su mayor grado de dificultad, y consiguió 14.966. Y después el filipino Carlos Edriel Yulo se fue a unos inalcanzables 15.000. Ya dos por encima y quedaban cinco por salir... que fueron pasándole menos el chino Boheng Zhang. Con el 14.600 con el que llegaba tampoco hubiese subido al podio, quedando cuarto.

“Igual que en Tokio me enfadé (por la nota), aquí no puedo hacerlo. Cometí un error en la segunda serie cayendo agachado... y perdí casi medio punto. Además, saliendo el primero creo que está bien. Estoy contento con lo que he hecho porque hace dos meses estaba con una bota en el pie (por una lesión). No es fácil lograr un diploma olímpico”, recordó.

Voy a seguir, ha superado mis objetivos de pequeño, quería estar en unos Juegos y llevo tres con una medalla y un diploma. Antes veníamos a participar y ahora a luchar por medallas. Los Juegos de Los Ángeles serán muy buenos, porque la gimnasia española está ahora en un nivel flipante”, pronosticó.

Ray llegó con una misión declarada en París: dedicarle la medalla a su padre, Julio. El hombre que siempre le veía competir y ahora no puede, porque se quedó ciego. “Él sabía cuándo iba a fallar o a hacerlo bien, según me veía o no tranquilo. Y ahora lo estoy”, contaba el gimnasta nacido en República Dominicana y llegado con nueve años a Lanzarote. “Ha estado a punto de fallecer tras varias operaciones. Pensé incluso en retirarme en estos tres años, porque no he estado bien. Pero él me enseñó a luchar y quiero hacerle un guiño con esa medalla o esa final”, contó y auguró Ray antes de viajar a París. El guiño tuvo que ser con esto último. Y el consuelo, besar a sus hijos, Olympia y Kayro, que estaban en la grada y a los que paseó por la zona de competición.

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