Ray, en el nombre del padre
Zapata, con la motivación de dedicar una medalla a su padre Julio, que se ha quedado ciego y por lo que pensó en retirarse.
“No soy ningún novato. Llevo mucho tiempo dando saltos y el cuerpo tiene memoria muscular. Los saltos salen naturales y debo estar tranquilo. Hay que confiar en que se puede, aunque la gente no lo crea”. Ray Zapata, plata en suelo en los Juegos de Tokio, está decidido en París a cerrar bocas. Las que dicen que no tiene posibilidades de repetir éxito porque en su hoja de servicios individual no figuran resultados destacados desde 2021.
Y Ray se explica: “En general, la gente no sabe cómo funciona el sistema de clasificación en la gimnasia. Apostamos por la clasificación del equipo, que era la única vía. Y los resultados han sido buenos, con dos finales mundiales (6º y 9º en 2022 y 2023). También podemos hacer historia por equipos con un diploma que nunca se ha conseguido”. El genio de 31 años nacido en la República Dominicana y llegado a Lanzarote con nueve años, saldrá en el All Around en tres aparatos (salto, suelo y anillas, final el lunes 29 a las 17:30), la final de suelo es el sábado 3 (15:30) y la de salto el domingo 4 (16:25), en un panorama ideal.
Con la sonrisa que nunca le abandona, Zapata recuerda también que este año lo ha pasado mal. En febrero, lo que parecía una microrrotura en un gemelo derivó en dos meses sin poder saltar. “Me perdí toda la primera parte del año y me daba miedo ver a mis compañeros compitiendo por aquí y por allá, avanzando y yo en mi casa en medio del revuelo olímpico”, recuerda. Pablo del Río, su psicólogo en el CAR de Madrid, se empleó a fondo para hacerle ver que había tiempo.
Y a la par, la vida también golpeó. Su padre, Julio, que siempre le ha visto competir, ya no podrá hacerlo esta vez. “Se ha quedado ciego por una enfermedad neurológica, reconoce voces pero no puede entablar una conversación normal. Anda con ayuda. El hombre está aquí, aunque no sea el mismo. Me envía ánimos y su último mensaje ha sido: ‘Gana y retírate’. Lo segundo no lo sé, porque aún creo que puedo dar caña, pero quiero que se sienta orgulloso”, cuenta Ray. “Ha estado a punto de fallecer tras varias operaciones. Pensé incluso en retirarme en estos tres años, porque no he estado bien. Pero él me enseñó a luchar y quiero hacerle un guiño con esa medalla o esa final”.
En Río, sacó un babero con el nombre de Olympia, su hija, grabado. Ahora también es padre de Kayro y tiene el deseo de dedicarle otra medalla a su padre. “El mal aura que hay por parte de personas del entorno que siempre han pensado que no conseguiría nada, está ahí. Nunca he luchado por mostrar nada a nadie sino por superarme en el día a día. Me puse el objetivo de ir a unos Juegos y lo conseguí. De ganar una medalla, y la conseguí. Y tengo el objetivo de estar en lo más alto del podio y también creo que lo lograré”, enumera Ray, lleno positividad y buscando un enemigo exterior que le dé más energía. La que necesita para sus brincos.