Marchand & Durant, sociedad ilimitada
En el parquet y en el agua, Kevin Durant y Léon Marchand marcaron la diferencia de los atletas prodigiosos. El nadador francés, que tiene como entrenador a Bob Bowman, el hombre que descubrió a Michael Phelps en las pruebas infantiles que se celebraban en un club de Baltimore, venía anunciado como la estrella francesa en París 2024, rango de reconocimiento que la natación sólo consigue en los Juegos Olímpicos. Marchand, hijo de nadadores, enloqueció a los espectadores que abarrotaron La Defènse Arena, más parecida por la algarabía a un estadio de fútbol que a una piscina. Venció en el 400 estilos, la primera de las cuatro pruebas individuales de su calendario en París.
No había dudas de la superioridad del fenómeno francés, un nadador que no impresiona por su físico, hasta cierto punto infrecuente entre las estrellas de la pileta. Mide 1,85, probablemente con zapatillas de deporte, estatura que no le impide destacar en tres de las cuatro especialidades de la natación: gran bracista, magnífico mariposista, buenos registros en los 200 metros libres y más débil en la prueba de espalda, aunque suficientemente correcto para mantener a sus rivales a raya en los 400 metros estilos.
Durante los dos últimos años, Marchand se ha entrenado con Bowman en la universidad estatal de Arizona, cuyo programa de natación estaba en ruinas hasta la llegada del famoso técnico estadounidense. Durante su periodo universitario, Marchand elevó las prestaciones del equipo hasta tal punto que lo llevó a la victoria en los últimos campeonatos universitarios de Estados Unidos, con unas marcas asombrosas en las piscinas de 25 yardas, conocidas como bañeras en el mundillo acuático.
En esas pequeñas piscinas se ha construido la historia de la natación norteamericana, pero siempre con un interrogante incluido: ¿serán capaces los nadadores de trasladar sus prestaciones a las piscinas de 50 metros? A menudo, no lo consiguen. Marchand, sí. Ha dominado el circuito universitario, los Mundiales en piscina larga y acaba de empezar su aventura en París con una sensacional victoria en los 400 metros estilos. No tuvo rival. No batió el récord del mundo (4.02:50) por apenas medio segundo, después de alcanzar una ventaja sideral sobre los rivales, el japonés Matsushita y el estadounidense Carson Foster, su gran adversario generacional. Terminaron a seis segundos del francés, cuyos rivales hay que buscarlos en el pasado: Michael Phelps, Ryan Lochte y Kosuke Hagine. Le habrían puesto las cosas mucho más difíciles que los nadadores actuales.
Kevin Durant apareció en el partido Estados Unidos-Serbia y lo rompió a su manera, con una lluvia de triples y tiros imposibles. El duelo estaba igualado, en medio de una expectación inusitada. Al fin y al cabo, Serbia es el equipo de Jokic, elegido mejor jugador de la NBA en la temporada regular. El longilíneo alero, por atribuir una posición cualquiera a un jugador que funciona como una navaja suiza, no había disputado los partidos previos de Estados Unidos, afectado por una lesión que puso en duda su presencia en los Juegos de París. Steve Kerr, el técnico de la selección norteamericana, le guardó ausencia, con toda la razón del mundo: en ocho minutos memorables, Durant anotó el 100% de sus lanzamientos: 21 puntos, con cinco triples convertidos. Recordó al Durant de hace 12 años en la final olímpica de Londres contra España. Aquella tarde detuvo al equipo español con una exhibición de lanzamientos de media y larga distancia.
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