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PARÍS 2024 | GIMNASIA

La tercera maravilla de Biles

La estadounidense logra el oro en salto, con su Biles II, y se cuelga el tercer oro en París tras el del concurso completo y por equipos.

París
Biles, durante uno de sus saltos.
LOIC VENANCEAFP

Suena Neil Diamond y su ‘Sweet Caroline’ en el Bercy Arena de París. Y bien podría cambiar a su dulce Carolina por ‘Sweet Simone Biles’. ‘Los buenos tiempos nunca parecieron tan buenos, me incliné a pensar que nunca lo serían’, canta el viejo Diamond para la nueva Biles. La que ha regresado del infierno que la atrapó en Tokio, donde los escrutadores ojos de todo el mundo que la señalaban como invencible acabaron tumbándola y haciéndola huir con ‘sólo’ una plata (equipo) y un bronce (barra de equilibrios).

Biles consumó en el Bercy Arena la tercera maravilla de su paso por París. Tras el oro en la final por equipos y el del concurso individual, sumo el tercero en la final de salto (15.300), por delante de la maravillosa brasileña Rebeca Andrade (14.966) y su compatriota Jade Carey (14.466). Ya tiene siete medallas de oro, una plata y dos bronces.

La gimnasta nacida en Ohio pero criada en Texas por sus abuelos porque su madre, alcohólica, no era capaz de cuidar de ella, ya no es la niña asustada que vivió desde dentro el episodio de abusos sexuales del médico-monstruo Larry Nassar en el Team USA. Ni la deportista con problemas mentales de Tokio, aunque cada mañana haga terapia porque las cicatrices están ahí. Es una mujer de 27 años, casada y feliz tras tomarse dos años sabáticos tras Tokio. Sonríe ella y sonríe el planeta.

Simone Biles, a un paso de la máxima gloria en gimnasia olímpica
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Simone Biles, con la medalla. LIONEL BONAVENTUREAFP

La pequeña bomba (1,42 metros) sacó otra vez de su chistera el famoso Biles II: carrera, rondada impulsándose en el trampolín para entrar al potro de espaldas y vuelo a dos metros del suelo recogiendo sus piernas para afrontar un doble mortal (dos giros) carpado. Esta vez, con un aterrizaje casi perfecto. Porque perfecto es prácticamente imposible debido a la velocidad a la que gira. El delirio valió 15.700. Su entrenador, Laurent Landi, abría los brazos con un gesto de asombro. Y llegó un segundo salto (un Cheng) de 14.900.

Rebeca Andrade, con siete hermanos y una madre soltera, llegaba dispuesta a darle guerra con su desparpajo y su nivelazo. Pero Biles es de otro planeta. La brasileña estuvo magnífica (15.100 y 14.833), pero no bastó ante una Biles que vestida esta vez de rojo y con los miles de cristales de Swarovski reluciendo en su maillot, cegaba la vista. Y aún le quedan el lunes las finales de barra (12:38) y suelo (14:23). El acabose.

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