Ayoub Ghadfa, un gigante de plata en la Chatrier
El marbellí pierde por 5-0 frente al uzbeko Jalolov, que luce un 14-0 en profesionales, pero deja una gran impresión: el futuro es suyo.
Ayoub Ghadfa terminó su maravillosa historia en Roland Garros, en París, en la pista Philippe Chatrier donde se coronan los gladiadores de la tierra batida del tenis, con una medalla de plata colgada al cuello. No pudo darle el barniz dorado del oro porque perdió frente a Bakhodir Jalolov por decisión unánime (5-0) en la categoría reina. La más esperada, por lo que tuvo el honor de clausurar el torneo de boxeo. Los pronósticos situaban al uzbeko un escalón todavía por encima en la final de del peso pesado (+92 kg). Y esta vez se cumplieron. No apareció esa mano que en un segundo da la vuelta a los combates y hace saltar las apuestas.
Ghadfa, marbellí de 25 años con progenitores que llegaron desde Marruecos, comenzó con los deportes de combate para luchar contra el acoso y el racismo, por recomendación de su padre. Destacaba en el kickboxing y no fue hasta que recaló en Madrid para estudiar Ciencias de la Actividad Física y el Deporte cuando el preparador José Valenciano le encaminó hacia el boxeo y Rafa Lozano, el seleccionador, le convenció para que entrenara con el equipo nacional. Un equipo que finaliza su participación en Tokio como la agradable sorpresa de España, con el bronce de Enmanuel Reyes Pla (-92 kg) y Rafa Lozano jr. y José Quiles peleando por otros dos que se escaparon. Dos medallas que han tapado huecos de opciones más claras en otros deportes.
Ayoub (1,98 m), que sorprende por sus movimientos y su lectura de los combates con tan poco bagaje sobre el ring, tuvo enfrente a Jalolov, otro gigante de 2,01 metros de altura y 2,06 de alcance. Y mucha experiencia a sus 30 años. El uzbeko, campeón en Tokio, había metido miedo en su incursión en el profesionalismo (desde Río 2016 se permite participar en Juegos a púgiles del boxeo rentado) luciendo un récord de 14-0, siempre resolviendo antes del límite. Dos mazas en las manos y una velocidad de pies digna de un peso medio. “Es humano, por lo tanto no es invencible”, había advertido, sin embargo, el español, bronce mundial el año pasado cuando ‘The Big Uzbek’ terminó como campeón. Habían realizado alguna sesión de sparring en Francia y con esa referencia salió.
Quedaban tres asaltos de tres minutos por delante para poder con Jalolov. El uzbeko salió con la mano derecha por delante para intentar lanzar misiles en forma de directos con su terrible zurda. Y Ghadfa se tragó dos tan potentes que hicieron que el juez activara dos cuentas de protección, aunque no cayó. Todos los jueces puntuaron a favor de la montaña humana, lo que se repitió en el segundo round en el que el marbellí fue más ambicioso y tuvo que meterse en la distancia del campeón para intentar sorprenderle mientras los puños de Jalolov olían a cloroformo.
Sin complejos y sin miedo, Ghadfa se fue a por la victoria. Ligero de pies, presionando, de tú a tú frente al mejor de los mejores en el campo amateur. Dignísimo, demostró que el futuro es suyo cuando el uzbeko desaparezca, que podría ser ya, pues se quitó su camiseta y la dejó sobre el ring.
El primer oro del boxeo español tendrá que esperar, después del bronce de Enrique Rodríguez Cal en Múnich 1978, la plata de Faustino Reyes en Barcelona 1992, el bronce de Rafa Lozano en Atlanta 1996 y su posterior plata en Sídney 2000 y el tercer puesto en el podio en estos Juegos de París de El Profeta. Pero mimbres hay. Y Los Ángeles 2024, tierra de boxeo, esperan.