Teresa Portela (Aldán, 39 años) no suelta la plata que lleva sobre su pecho. La acaricia. Seis Juegos después es suya. Y repite una y otra vez, con una sonrisa dulce, que es "superfeliz".
-¿Qué piensa con la medalla al cuello? -¡Que sentía que era para mí! ¡Que ya es mía! Soy muy feliz porque ya estaba viviendo el sueño de mis sextos Juegos y jamás imaginé que podía llegar hasta aquí cuando fui a Sídney en el 2000... Pensé que no se podía repetir. Y luego fueron llegando más. Aquí quería disfrutar, llegué pensando en eso como si no fuese a haber más carreras. No vine con la presión de la medalla, sólo de darlo todo. Siempre trabajo lo mismo y a veces no llegan los resultados. Cada una de mis rivales sentiría que lo merecía también, todas trabajamos muchísimo. Este momento lo había visualizado muchas veces y se ha hecho realidad.
-¿Qué pensó al cruzar la meta? -¡Pegué un grito dejándome la garganta para desfogar la tensión! Pensé que había quedado segunda, pero en la pantalla no aparecía. Igual era lo que querían mi cabeza y mi corazón... Pero no sentí decepción cuando no aparecía en el marcador porque salí bien, iba enganchada y lo di todo. Iba enfurecida. Y cuando dijeron que era segunda... Después vi a mi marido (David Mascato) superemocionado porque sabe lo que es estar en unos Juegos, lo difícil que es, mi día a día y mis sueños. Creía en mí y sabía que este era el momento. Yo también.
-En 2020 iba a traer a su niña y en 2021 no ha podido ser por la pandemia. ¿Se acordó mucho de ella? -Lo último que me dijo al despedirnos fue 'Mami, quiero que ganes'. Lo tenía en la cabeza. Teníamos los billetes comprados porque la traje hace dos años a Tokio y le gustó muchísimo. Necesité mi tiempo para asimilar que iba a estar quince días sin ella, nunca nos habíamos separado tanto. Pero tenía que hacer que estos días sin ella merecieran la pena. Quiero verla, coger aire y vivir sin tanta tensión.
-¿Esta medalla es el final o un motivo para seguir en París 2024? -Para seguir, siempre. Me siento muy afortunada de vivir lo que me está dando el deporte, aun con los días duros. Pero con trabajo todo sale. Es mi mentalidad. Cada entreno lo peleo como el último. Llegué aquí diciendo 'yo puedo'. Tenía una llave más para abrir el cofre del deseo y lo he conseguido.
-¿Ha sentido el cariño de la delegación? Era una de las medallas que más se deseaban... -(Se emociona) Sí, por eso digo que soy afortunada. Es muy bonito sentir ese cariño. Todo el mundo me decía que me faltaba, pero no era una obsesión. Saúl Craviotto me lo había repetido muchas veces.
-La semifinal se puso dura... -Es lo que tienen los 200 metros. Estábamos las cuatro primeras del Mundial y sabía que estaría muy difícil. Luego en la final salí con la mentalidad de que no había nada perdido, que era la cuarta por tiempos.