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JUEGOS OLÍMPICOS | CICLISMO

Fénix Roglic

El esloveno se ha repuesto a todas las adversidades que se le han presentado en los últimos años. A sus dos Vueltas a España añade el oro olímpico.

Primoz Roglic celebra su oro olímpico en Tokio.
CHRISTOPHER JUEEFE

Ave fabulosa que los antiguos creyeron que era única y renacía de sus cenizas. Esta es una de las definiciones que recibe la palabra fénix, cuya descripción le viene como un guante a Primoz Roglic, uno de los corredores más dominadores del ciclismo en los últimos años. Desde sus inicios en el deporte ya demostró el esloveno esta capacidad de levantarse cuanto todo parece marchar mal. Su historia empezó a forjarse tras un terrible accidente, cuando todavía sobrevolaba trampolines, por el que decidió cambiar los saltos de esquí por la bicicleta. Una decisión que, sin saberlo en ese momento, no pudo ser más acertada.

Salvado el susto, Primoz se recompuso para iniciarse en el ciclismo profesional (aunque tarde, con 25 años) con una determinación y unas condiciones prodigiosas. Ya en sus primeras temporadas fue ganándose un nombre entre los corredores top del pelotón internacional, consiguiendo triunfos de etapa en escenarios tan importantes como el Tour de Francia. Asentado en la mesa de los grandes, en 2019 se ganó el cartel de gran favorito para las grandes vueltas. En el Giro de Italia fijó su primer objetivo de la temporada, pero después de liderar la carrera durante buena parte de la misma, las fuerzas le fallaron en la última semana y se tuvo que conformar con el tercer escalón del podio, por detrás de Vincenzo Nibali y de Richard Carapaz. Pero Roglic encajó el golpe con deportividad, transformando la decepción en motivación. No obstante, no dejaba de ser su primer podio en una grande. Así, resurgió de sus cenizas en la Vuelta a España de ese mismo curso para estrenar su palmarés de tres semanas con gran solidez ante rivales de la talla de Alejandro Valverde.

En la temporada 2020, el esloveno encajó la derrota más dura de su carrera deportiva hasta la fecha. En unas imágenes que ya son historia del ciclismo, con el rostro desencajado y el casco torcido, Roglic cedió el trono del Tour de Francia (tras liderarlo casi desde el principio) ante la sobrenatural actuación de su compatriota Tadej Pogacar en la última contrarreloj. Pese al chasco, el corredor del Jumbo-Visma felicitó a su rival con una sonrisa a los pocos minutos de cruzar la meta. Sabía que tenía una bala en la recámara para resurgir. Lo demostró en la Vuelta. Ante la presión de defender el título del año anterior, Roglic contuvo el tremendo empuje al que fue sometido por Carapaz (no sin sufrir hasta los últimos metros de la Covatilla y favorecido indirectamente por el trabajo del Movistar) para anotarse su segunda ronda española consecutiva y, de nuevo, terminar el año como el número 1 del ranking mundial UCI.

Entrada al Olimpo

Saboreado el éxito una vez más, ese bucle infinito de desgracia que parece envolver su trayectoria, volvió a cebarse con el esloveno. Y la volvió a vivir en un Tour en el que partía como principal amenaza y rival de Pogacar. No hubo duelo. Una durísima caída privó a Roglic de la pelea y, por los daños físicos ocasionados, se vio obligado a retirarse. Aunque una retirada a tiempo, a veces es una victoria. Así lo certificó por enésima vez Roglic, esta vez en unos Juegos Olímpicos donde preparó a conciencia la prueba contra el crono para colgarse el oro con una actuación portentosa, aventajando en más de 1 minuto a grandísimos especialistas como Tom Dumoulin (plata), Rohan Dennis (bronce), Filippo Ganna o Wout van Aert, entre otros. 31 años y ya con 53 victorias en sus espaldas. Ave fénix. El mantra de Primoz.