McKeown, un oro para el cielo
La australiana logró el primero oro para su país en los 100 espalda y se lo dedicó a su padre fallecido el pasado agosto, Sholto, su principal inspiración.
Después de debutar en los Mundiales de Budapest de 2017 con apenas 15 años y apuntar a estrella futura de la natación, la vida le cambió unos meses después a Kaylee Mckeown (Australia, 2001). En una prueba médica rutinaria, a su padre Shalton se le diagnosticó un gliobostoma, un cáncer irreparable en el cerebro. Los doctores apenas le dieron dos años de vida. Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 habían pasado a un segundo plano, más una penitencia que en una celebración para la joven nadadora aussie.
“Valiente, fuerte y decidido”, como le recuerdan sus hijas ahora, Shalton acordó con su familia mantener una vida normal y se prometió resistir a ese julio de 2020 para ver competir a Kaylee y a su hermana mayor, Taylor, quien ya había sido finalista en las pruebas de braza en los Juegos de Río. Si no llega a ser por la pandemia, que aplazó un año los Juegos, Shalton hubiera cumplido su promesa. El 12 de agosto de 2020, justo tres días después de la teórica clausura olímpica, falleció a los 53 acompañado por su familia.
Desde entonces, Kaylee, que ya fue podio en los Mundiales de Gwangju de 2019, no ha hecho nada más que crecer y este martes en Tokio se ha impuesto en la final de los 100 espalda con récord olímpico 57.47. Un oro con mirada al cielo. La plata fue para la canadiense Kylie Masse (57.72) y el bronce para la estadounidense Regan Smith (58.05). “Me dejó sin palabras”, dijo su técnico Chris Mooney en los medios locales después de ver la manera en la que se levantó después de la muerte de su padre. Se tatuó en su pie “siempre estaré contigo” y se propuso devolverle la promesa a su padre, algo que logró ahora. "En los últimos 50 metros de cada carrera siempre pienso en mi padre, que me inspira", setencia.
Embajadora del asma, nadadora total
Tras las huellas de su hermana Taylor, Kaylee tuvo de niña problemas asmáticos. Pese a ello, y gracias a un severo tratamiento, ambas nunca han tenido problemas respiratorios en competiciones, y han aprovechado esa debilidad para convertirse en embajadoras de Asthma Australia y concienciar a los niños y las niñas de que este problema no obstaculiza la práctica deportiva.
Las innatas cualidades de Mckeown para la natación han encontrado su mejor aliado en su entrenador y en su distinto sistema de entrenamiento. Su grupo se prepara 17 días seguidos y luego descansa cuatro, una rutina recomendada por el fisiólogo Mark Mckeon inspiradas en sus teorías sobre cuál es la mejor manera de que el entrenamiento dé resultados y modifique el cuerpo en competición. Y en Kaylee está dando sus frutos. Pese a tener la mejor marca del año en 200 y 400 estilos, no ha querido cargarse de pruebas sorprendentemente y se centrará en la espalda y en los relevos. Puede salir de Tokio con un buen puñado de medallas.