ICON, OCHA, Activity Plan, cuarentenas... Kafka en Tokio
Los protocolos para evitar que el coronavirus invada Japón causan dolores de cabeza a la prensa y a la 'familia olímpica'. La primera medalla es llegar.
Vaya por delante que este artículo infringe la norma número uno del periodista: no hablar de sí mismo. Pero por una vez también la prensa es protagonista. Por la carrera de obstáculos para llegar, y trabajar, en Japón debido a las férreas medidas y a veces kafkianos protocolos de seguridad destinados a frenar la expansión del coronavirus en Japón (Tokio registró el domingo 1.008 contagios y vive un cuarto estado de emergencia). Nada parecido a otros Juegos. Del caos de Río (tiroteo a autobús de prensa incluido) a la eficiencia y el control japonés llevado al extremo uno no sabe qué es mejor. Todo sea por la salud.
Este viaje comenzó muchos meses antes. El periodista tuvo que familiarizarse con el ADS, el ICON, la OCHA, COCOA, el booking system, convertise en CLO, detallar un plan de actividades para los 14 primeros días (con la dificultad de saber dónde vas a estar cada jornada con 44 'campeonatos del mundo' en marcha...), registrar los 14 días previos al viaje tu temperatura corporal y contestar a preguntas sobre tu salud y tus hábitos (llamadas incluidas), realizar dos PCR previas (96 y 72 horas antes de coger el avión) bajo estándares establecidos por el gobierno de Japón que se examinan al milímetro (no sirve cualquier laboratorio ni prueba), generar un código QR, pedir un Written Pledge, completar un infernal excel con el plan de test (los tres primeros días, cada cuatro y el 14) o solicitar con 24 horas de antelación mediante otro portal las sedes a las que quieres acudir. Eso, mientras llegan continuos mails con guías de más de 100 páginas, recordatorios, avisos... ¡Agggggh! Los grupos de whatsapp echan humo mientras una colega asiática detalla en un hilo de tuits que está perdiendo el pelo por el estrés.
Este medio (y otros muchos) viajaron sin el plan de actividades aprobado (la confirmación salvadora del OK llegó en una escala en Frankfurt después de varios cambios de vuelos y hoteles y del plan) sin el cual no sabes si te dejarán entrar en Japón, te condenarán a una cuarentena de 14 días, sólo de tres (lo normal, con salidas de 15 minutos del hotel para comprar productos básicos previo registro del vigilante) o te 'liberarán' para trabajar desde el principio. Eso sí, sólo transporte oficial (prohibido el público o los taxis), ni siquiera ir caminando, comidas sólo en las zonas habilitadas para prensa, nada de bares (los ciudadanos son 'invitados' a denunciar cualquier conducta impropia) y geolocalización 24 horas (desconectar el GPS enciende una alarma y se inicia una investigación).
Tras 27 horas de viaje, aterrizaje en Narita. Toca ir de 'corralito' en 'corralito' mostrando todas las apps activadas y los papeles. Si eres de los afortunados (pocos) con el plan aprobado, el proceso se agiliza con una QR. Toca test de saliva, preguntas, sellos, caminatas por pasillos interminables en una zona fantasmagórica habilitada sólo para la familia olímpica. En total, entre dos horas y media y seis dependiendo de las circunstancias. Eso sí, todo con una amabilidad exquisita que ayuda a pasar el trance.
De la terminal central de transporte al hotel, en taxis 'libres de COVID' y de uno en uno. En recepción, anuncio de que la habitación no se limpiará en dos semanas (no sea que el bicho ronde...). Las toallas y útiles básicos, en el pasillo. Autoabastecimiento. Pero estamos en Tokio. La carrera ya tiene menos obstáculos. Primera medalla. Ahora toca contar las de verdad.