PYEONGCHANG 2018 | REGINO HERNÁNDEZ
"Haré dos Juegos más y que el Regino Hernández del futuro se busque luego la vida"
El flamante medallista de bronce en snowboardcross de Pyeongchang visitó la redacción de As para brindar por su podio olímpico.
Regino Hernández (Ceuta, 1991) se confiesa un apasionado de “lo que tenga que ver con la adrenalina” y en sus aires de rider moderno, con gorra, barba y pelos largos, rezuma filosofía. “Todo lo que sucede es por algo, y lo que pasa es porque tiene que pasar”, relata en su visita a As este ceutí, criado en Mijas Costa, que no se quita para nada la medalla de bronce que le cuelga del pecho, la que acaba de lograr en los Juegos de Invierno de Pyeongchang en snowboardcross. Rompió una maldición de 26 años sin podios olímpicos de invierno para España.
Su idilio con Pyeongchang fue casi místico. “En otras carreras he llegado hasta a tener ataques de ansiedad y aquí estaba muy relajado”, contaba Regino, al que le vino bien su rol de outsider, cuando todos los focos apuntaban a Lucas Eguibar: “Sabía que tenía una opción real de podio, porque estaba teniendo mi mejor año, con mucho tacto sobre la tabla y con tiempos de arranque buenísimos. Esto es snowboardcross y la suerte juega un papel importante, pero yo iba con presión cero, aunque los que saben de esto decían: ‘No os perdáis de vista a Regino”. Acertaron.
En cuatro bajadas frenéticas de 1:13 de duración, en las que se alcanzan los 83 km/h, llegó al bronce, pese a que casi se queda fuera en la primera: “Me faltó un palmo para irme, pero luego lo hablé con el entrenador y el skiman, vimos los errores y corregimos. La final fue la mejor carrera, en la que más tranquilo estaba”. La mística de Regino llegó al máximo: “La cabeza es muchas veces lo que te hace ganar o perder y yo esta vez me notaba superseguro”.
¿Y cómo un chico de Ceuta y Mijas Costa llega a un bronce olímpico en la nieve? Hernández cuenta su historia: “Mi padre, que se llama también Regino, era un amante del bodyboard y de los deportes extremos, así que puso una tienda en Fuengirola de surf, bodyboard, tablas de snow... Y probábamos el material. Íbamos a Sierra Nevada, con cuatro años ya cogía la tabla y hacía freestyle...”.
Porque Regino creció entre Sierra Nevada y la Costa del Sol, pero no olvida sus raíces. “Siempre digo que soy malagueño y de Ceuta, porque allí, salvo mis padres, está toda mi familia. Cuando le enseño a otros riders de Europa dónde nací en el mapa, flipan”, se ríe el rider, que ahora vive en Villaviciosa de Odón, deseoso de coger el coche para volver a Mijas, aunque no sabe la acogida que tendrá en su pueblo y en su zona, El Coto: “A mí antes no me conocía allí nadie salvo mi gente. Ahora no lo sé. No soy consciente de cómo se habrá visto mi medalla”.
“Tienes un perfil que puede ser muy mediático”, se insinúa en la sala de encuentros de As: “Eso me dicen, que puedo tener mucho potencial, pero vamos a ver. De momento no me ha llamado ningún patrocinador”. Y Regino sigue con que “es complicad ganarse la vida en snowboardcross, donde se vive de las becas y de los premios de las 8 o 10 pruebas de la Copa del Mundo”: “Si eres de los cinco primeros, medio puedes vivir bien. Así que te lo juegas todo a unos Juegos o unos Mundiales. A mí me ha ido bien”.
Aunque en su filosofía no entra demasiado la preocupación por qué será de él en unos años. “De eso que se ocupe el Regino del futuro, cuando no compita, que se busqué él la vida. Yo vivo el presente, mi objetivo es hacer dos Juegos Olímpicos más”, relata el rider, que hizo fuerte su filosofía tras el fallecimiento hace tres años de su amigo Ángel en Sierra Nevada mientras hacía snowboard. En homenaje a él lleva el VIII en su espectacular casco. Y así es su ‘carpe diem’.
Mientras, Regino se entrena “como un animal” para potenciar su físico innato de jugador de balonmano, porque su madre, su padre y su hermana hicieron este deporte. Regino, que tomó otro camino, machaca su cuerpo en el gimnasio, pero sin ganar mucho peso. “Si pesas más bajas más rápido, pero pierdes velocidad de movimientos. Así que hay que encontrar un equilibrio”. El gimnasio también sirve para prevenir lesiones, “para que los impactos no recaigan en la articulación”. Las sesiones con tabla las hacen por Europa, donde viajan continuamente. Su base suele ser Saas Fee, en Suiza.
A Regino le dicen sus compañeros que no se cae “casi nunca”: “Pero cuando voy al suelo me quedo hecho polvo. He tenido dos operaciones de rodilla, en Pyeongchang competí con una fisura en la muñeca, me he roto el supraespinoso...”.
Y eso que en el snowboardcross hay un “código de respeto no escrito entre riders”. “Hay cosas legales, pero que son feas y si se corre peligro no se hacen. No se puede ser un guarro, aunque a veces tienes la duda cuando dices si hago esto gano y si no, no”, espeta el malagueño ceutí que alaba a la figura del skiman, el hombre que le prepara las tablas: “Son científicos. Preparan la cera química para que funcione, miran la temperatura del aire, de la nieve y la humedad... Son el 70% del rendimiento”. Tan clave es el suyo, Luca Trionte, que prometió tatuarse su cara si ganaba medalla. Tendrá que hacerlo.
Lo que no se quitará es la barba, que la tiene desde los 18 años y seguirá haciendo actividades extremas. “Mi novia me ha regalado tirarme en paracaídas y estoy deseando. Es que me flipa la adrenalina”. La que siente en su Harley Davidson y en su tabla de snowboard.