Ivanov: el búlgaro indomable que se compró un tanque
Ídolo en su país tras clasificarse y llegar a semis en el Mundial-94, Trifón nunca pudo triunfar en el Betis, pero sí dejó destellos de su jerarquía y su carácter rebelde.


Juega el Betis este jueves en Razgrad, a unos 120 kilómetros de Veliko Tarnovo, la ciudad que vio nacer en 1965 al malogrado ex defensa verdiblanco Trifón Ivanov. Trifón falleció en 2016 tras una vida sin freno dentro y fuera del campo, también durante dos etapas como defensa en Heliópolis. Fichó en 1990 y se marchó meses después, después de un descenso a Segunda, para volver en 1992 de la mano de Manuel Ruiz de Lopera y, curiosamente, al mismo tiempo que regresaba al Villamarín un ídolo indiscutible, Rafael Gordillo. Donmanué presentó a Ivanov y al Gordo el mismo día.
“Trifón era puro corazón, un tipo que parecía otra cosa pero muy amigo de sus amigos. Le encantaba tomar cerveza en el famoso Kiosko de la Melva, a escasos metros del campo del Betis”, refiere el periodista de Movistar Ismael Medina, cuyos primeros años profesionales coincidieron con la estancia de Ivanov en Heliópolis. “Me llamó a casa de mi madre el día que consiguió eliminar a Francia y clasificarse para el Mundial-94, feliz. Al día siguiente le metí en la radio”, constata Florencio Ordóñez, de Radio Sevilla.
Aquella noche en el Parque de los Príncipes es seguramente la que más puso a Ivanov en el escaparate futbolístico. Dos goles de Emil Kostadinov (1-2) daban la campanada en París ante una Francia que ya se preparaba para acoger la siguiente cita mundialista, la del 98, que ganaría a lomos de Zinedine Zidane.
Para lo bueno y para lo malo, Trifón dejó una huella imborrable en el Betis. Los aficionados veteranos recuerdan con admiración su agresividad en el corte, su salto potente y elegante, también la capacidad para sacar el balón. O ese gol de chilena que le metió al Villarreal. En su mejor momento como futbolista bético, aunque efímero, sonó incluso para el Real Madrid y para que Johan Cruyff se lo llevara al Barça.
Díscolo y rebelde, sobre todo con los entrenadores, cuando llegó al Betis llevaba un mes apartado del CSKA Sofía por desobedecer a su técnico. Central con vocación ofensiva, le encantaba subir al ataque. Y ningún míster consiguió quitarle ese vicio. Además, decía siempre lo que pensaba. Eso le costó no pocos enfrentamientos sobre el césped, varios saldados con expulsión. Y otros, no han trascendido la mayoría, dentro de la caseta.
Sergio Kresic, entrenador verdiblanco durante la primera mitad de la 93-94, acabó por limpiarse a Ivanov de las alineaciones después de una roja en Segunda que le deparó tres partidos de sanción. Entonces seguía jugando (y brillando) con Bulgaria pero no en el Betis. Al final de esa campaña, de hecho, acabó convocado y entre los héroes eslavos que lograron la 4º posición en el Mundial de Estados Unidos. Un defensa de culto. El Lobo, que así le acabaron apodando, metía miedo a los rivales antes y después de marcharse del Villamarín al Neuchatel suizo y luego al Rapid de Viena, con el que alcanzó la final de la Recopa en 1996, que perdió ante el Paris Saint-Germain.
Hristo Stoichkov, la gran estrella de aquella selección búlgara, el Balón de Oro con el Barça, fue uno de sus mejores amigos dentro y fuera del campo. Durante la Navidad de 1993, Hristo incluso intentó interceder, sin éxito, para que su familia pudiese visitarle en España. No tenían visado.
Cuando colgó las botas después de pasar por varios equipos austríacos y suizos (Neuchatel, Austria y Rapid de Viena, Floridsdorfer), en 2001, Trifón cambió su fisonomía (engordó un montón de kilos) pero no su personalidad. No quería protagonismo en los periódicos, pero seguía hablando claro. Se mantuvo económicamente con un negocio de gasolineras que le ayudó a impulsar el entonces presidente del Rapid, Gulten Kaltenbrunner, con quien fraguó una gran relación.
Noticias relacionadas
Amante de los coches de lujo, un día dio un paso más allá y decidió comprarse un tanque. La opinión pública casi ni se sorprendió de esta última excentricidad. “No es para tanto”, confirmaba Ivanov cuando se le preguntaba por el aparato de guerra. Un infarto terminó con su vida demasiado pronto, a los 50 años. Las lágrimas de Stoichkov en su homenaje de despedida, meses después, son el más expresivo epitafio para un futbolista que no pasará a la historia de los mejores, pero que en el Betis no dudan en calificar como inigualable.
¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp. ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí




Rellene su nombre y apellidos para comentar