Sergio, 180 veces gracias
Se va. Nos lo imaginábamos desde que Luis Enrique le dejó fuera del pasado Mundial para llevar en su lugar, por ejemplo, a Eric Garcia y Hugo Guillamón, que no tuvieron ni un solo minuto en la cita de Qatar hasta el extremo de que el asturiano tiró de Rodri, un magnífico mediocentro defensivo, para que ocupase el puesto de central junto a Laporte. Se trataba de no llevar a Sergio Ramos, pese a su jerarquía, experiencia y galones con La Roja, para no parecer que cedía en esa pelea de gallos que ambos mantuvieron mientras que coincidieron sus camino con el equipo nacional.
Yo le hubiese llevado a Qatar junto a Nacho y Albiol, pero ya es sabido que Luis Enrique hizo ‘su selección’, recalcándolo por encima de los méritos y el peso de los posibles seleccionados. Lo que no creo que sea justo por parte del camero es que eche la responsabilidad de su renuncia a la Selección (forzada, para qué engañarnos) a la decisión de Luis de la Fuente. El nuevo seleccionador está en un periodo total de renovación del equipo, basado en su espléndido trabajo con las categorías inferiores. En esa línea es normal que haya planificado un futuro sin Ramos, que el 30 de marzo cumplirá 37 años, por bueno que haya sido. Vi a Ramos in situ en Lens hace dos meses y no le vi, ni de lejos, al nivel deslumbrante que tenía en el Bernabéu. “Este no es mi Sergio”, pensé dolido.
Durante años Ramos fue el mejor central del mundo. Con mucha diferencia. El héroe de la Décima, uno de los baluartes de las tres Champions seguidas de Zidane y un líder con España en el podio mágico e irrepetible de los nuestros en Viena, Johannesburgo y Kiev. Jamás olvidaré su penalti a lo Panenka ante Portugal y su empuje y arrojo en las 180 veces que defendió la camiseta que une a 47 millones de españoles. Por eso le doy 180 veces gracias. Una pena que el final de la película no sea feliz. Una despedida agria para una de las grandes leyendas del fútbol español.